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viernes, 15 de diciembre de 2017

Escribe Paco Mira



CINCUENTA AÑOS

DE GAUDETE

            Nos guste o no, creo que cumplir años no es malo. Nunca he entendido el por qué nos quitamos años, o cuando nos preguntan por ellos siempre nos quitamos alguno. Es como si estuviéramos de rebajas todo el año. Es verdad que a algunos, cuando los vemos, no aparentan los años que tienen y otros tienen y quizás más de los que el calendario les va marcando. Pero creo que la procesión va por dentro y cada uno sabe como se encuentra. Por ello - siempre se dice - que lo importante no es lo que se ve. Bueno y otros dirán que la cara es el reflejo del alma, ¿en qué quedamos?.

         Este fin de semana, la Iglesia cambia el morado por el color carne. Hemos dejado a un lado la austeridad que parece caracterizar el tiempo de adviento, para tomar un poco de respiro y pasarnos al color carne. Casi diría al color de cada uno. Y lo digo porque algunos en el color que ven este fin de semana no ven el color carne, otros sí queremos verlo. También es verdad que muchos seguirán con el morado de turno.

         Este fin de semana, el evangelio nos propone, de nuevo a Juan el Bautista. Los más allegados le preguntan qué deben decir de él si llega el caso. Y él responde, "una voz grita en el desierto: preparen el camino al Señor, allanen sus senderos, porque detrás de mí viene alguien a quien no merezco desatarle la correa de las sandalias".

         Pero este fin de semana: Manuel Hernández, Gonzálo F. Parrilla, Antonio F. Parrilla, Santiago, Antonio Perera, y alguno que ya está en manos de Padre Dios (como los dos Pedros, Monzón y Suárez), quizás sean también la voz que clama en el desierto, la voz que llevan cincuenta años diciendo que ellos no son, pero que hablan en nombre de quien no merecen desatarle la correa de las sandalias. Si, como decía al principio, cumplir años es una virtud y un gran acontecimiento por estar con vida y ver lo que nos depara esta, el llevar cincuenta años de cura no es para menos.

         Quizás ser médico, contratista, marino mercante o licenciado en la play cuatro tiene como reconocimiento un título que nos enmarcamos y colocamos en la pared más visible de la casa para que todo aquel que llega pueda contemplar lo grandioso que somos. Pero quizás ser cura, convivir y compartir con los más pobres; administrar sacramentos que inician, ratifican y despiden a los hermanos de una comunidad; acompañar a los más jóvenes en el discernimiento de sus vidas y decidirse por aquello que más le conviene... no tiene un título que poner en la pared de no se sabe qué casa porque no la tienen como propia y no siempre es la misma. Es por ello que a veces es una voz que clama en el desierto.

         Una voz, que el en domingo de Gaudete, de la alegría, del color carne de cada uno nos invitan a allanar los senderos, a mirar y preparar lo que nos tiene que acoger para celebrar la llegada del gran Jesús de Nazaret.  No son o no fueron los Mesías, pero sí fueron y son los profetas que desde su tiempo han intentado hacer lo mejor posible  su tarea encomendada hace cincuenta años.

         A algunos los he tratado más que a otros. Con algunos he tenido más confianza que con otros, pero sí he de reconocer que la humildad ha sido la bandera que siempre han ondeado en todos y cada uno de los quehaceres. Su saber estar ha sido y es el motor que impulsa sus vidas en todos y cada uno de sus actos.

         No hace mucho, hablando con un seminarista, le preguntaba que qué le parecía que un cura cumpliese cincuenta años de eso, de cura. Me respondía, Paco es todo un reto. Y es verdad. Los retos, a veces, no son imposibles de cumplir, pero son metas a las que hay que alcanzar y que se pueden llegar en todos y cada unos de sus momentos.

         Por ello, en el domingo de la alegría, creo que es un motivo para toda la Diócesis de alegrarnos por los cincuenta años de estos hermanos que lo único que hicieron es ser fieles a un compromiso que iniciaron hace cincuenta años.

         Lo dicho, FELICIDADES.

     Hasta la próxima.     

         Paco Mira


sábado, 10 de diciembre de 2016

GAUDETE



ESCRIBE PACO MIRA

GAUDETE, GAUDETE,          GAUDETE, GAUDETE, GAUDETE

Cuando hace unos días hablaba del color morado del adviento, daba la impresión de no querer tener un tiempo de alegría en medio de este color. Y la Iglesia, a través de la liturgia nos lo ofrece este III domingo, llamado el de la alegría, en latín el de gaudete. ¡Qué bueno, que en medio de muchas tristezas o sinsabores, podamos alegrarnos del camino que vamos recorriendo!.

Pero no solamente eso. El color morado, deja paso al color carne, yo diría que al color de cada uno. A un color que nos invita a mirarnos en el espejo y que nos preguntemos cual es el papel que cada uno de nosotros estamos haciendo en el adviento. El camino del adviento es el camino de cada uno. El camino del adviento nadie lo puede hacer por nosotros. Somos nosotros los que tenemos que dejar huella para que otros puedan seguirlo. Triste será que no dejemos huella en el libro de la vida.

Por ello el adviento hay que tomarlo como un proyecto personal, como el color de la liturgia. Un proyecto en el que nadie nos puede suplir porque los caminos se hacen con las pisadas de todos y de cada uno en particular. Un camino de adviento que a veces encuentra un montón de obstáculos, pero sin duda es en la medida en que nosotros seamos capaces de sortearlos, cuando vamos viendo un Belén cada vez más cerca.

Este fin de semana se celebra el día de los derechos humanos. Saben que no me gusta hacer mención a los días porque conmemoran lo que no se celebra ni se cumple y que en el fondo nos hemos viciado celebrándolos. Pero ¡qué bonito sería que se cumpliera alguno de ellos!. Me gustaría que los bancos dejaran de recrearse en los desahucios y en los intereses abusivos; Me gustaría que todos respetaran la vida humana, que nadie se escude en su propio cuerpo para aniquilar la vida de otro. Me gustaría que nadie se enriqueciera con los alimentos solidarios que otros envían para paliar la escasez de lo que debería ser abundante.

¡Qué bonito adviento, amigos, y qué bonita vista de Belén, si los derechos humanos se respetaran!. Qué bueno sería que el color de la liturgia, que la alegría de gaudete, fuera nuestro color y nuestra alegría. Todos nos encogemos cuando vemos las imágenes de televisión ante desgracias, pero no dejamos de comer por ello.

Juan, desde la cárcel duda. Pregunta quién es el que viene detrás de él. Y Jesús le responde que los ciegos ven y que los cojos andan. ¡Cuántos ciegos recorren con nosotros el camino de la vida!.¡cuántos cojos no pueden caminar con nosotros porque tropiezan en el mismo camino que el nuestro!. Nosotros hemos de ser esa luz que guía los senderos que hay que allanar en el caminar diario.

Ya ven que el trabajo que nos queda por hacer es mucho. La tarea que tenemos que realizar es grande. Pero ojo: no nos precipitemos más de la cuenta. Santiago, en su carta nos dice que tengamos paciencia como el labrador espera la lluvia. Es verdad, a veces, las prisas no son buenas consejeras.

Ya vemos que la alegría del gaudete da para mucho y para muchos. No vivamos la tristeza del adviento a pesar de las dificultades que la vida nos oferta de vez en cuando. Un saludo cariñoso para todos aquellos que en este tiempo están viviendo la amargura de las inundaciones. Es una prueba más de la grandeza de la vida, con sus alegrías y con sus dificultades. Ojala que el adviento nos ayude a la solidaridad y a la fraternidad.

Hasta la próxima.


Paco Mira

viernes, 12 de diciembre de 2014

Escribe Paco Mira

GAUDETE, GAUDETE, GAUDETE, 
GAUDETE, GAUDETE

       A veces, se  lo confieso, me gustaría que los días tuvieran menos horas o que por lo menos las horas corriesen más despacio. Cuanto más avanza el tiempo me doy cuenta de las cosas que pude haber hecho, pero que por diferentes motivos no hice y… espero que no sea tarde. Ya vamos por el tercer domingo de adviento. Parece que fue ayer cuando celebrábamos la vigilia que nos daba el pistoletazo de salida y casi ya lo hemos acabado. Pero he aquí que la Iglesia, esa bendita Iglesia pecadora, nos invita, quiere que celebremos la alegría de la esperanza. Que celebremos el Gaudete del adviento. Eso es lo que significa Gaudete, alegría.

       Quizás es la hora de preguntarnos si la alegría la estamos practicando en momentos y en tiempos en que en vez de esperanza parece que existe la desesperanza. Un hombre/mujer que está lleno y vive la esperanza tiene que tener siempre una sonrisa en los labios, por muy mal que le vayan las cosas. Si es que los cristianos tenemos que diferenciarnos en algo de los que no lo son. No en una carrera, no en un título, no en una acreditación… sí en actitudes, en valores, en formas de pensar, ver y actuar en la vida. No podemos caer en la rutina de quien no tiene la más mínima esperanza de que las cosas pueden ser de otra manera.

       Isaías, (¡qué grande era!), nos invita, como invitó a María, a dejarnos inundar por el Espíritu de Dios. Y eso nos lleva a tener esas actitudes en la vida. “El Señor nos ha ungido, nos ha enviado a dar buenas noticias a los que sufren, a los corazones desgarrados, proclamar el año de gracia”. Si Dios se fija en nosotros para eso, es que no somos nosotros los destinatarios. Nosotros se la damos a los que nos ven, a los que nos oyen, a los que comparten con nosotros la alegría de la fe.

       Hoy quizás nuestros amigos, ante esa alegría nos pregunten con insistencia como a Juan el Bautista, ¿quién eres?. Nosotros, como él, seguimos siendo llamados a allanar los senderos: ¡Qué dificultades ponemos, a veces, en los caminos de Dios!. Es como si alguien nos quisiera comprar un regalo y siempre le estamos poniendo trabas y dificultades. Me gusta Juan, el Bautista, porque no miente: por eso le cortaron la cabeza. No miente y siempre dice no soy yo.

       A veces nos sentimos como él, y parece que proclamamos en el desierto. Ya lo decía mi madre, “parece que predico en el desierto porque no me haces caso”. Pues a nivel de fe lo mismo. Las circunstancias de la vida nos llevan a creer que nuestra voz no se escucha en ninguna parte. Esa sensación no la tenía Juan. Creía que su voz sí se escuchaba: había que darle tiempo al tiempo, porque el que tenía que llegar, la linterna que alumbraba, era la que venía en la forma y en el tiempo esperado.

       Quiero tener un recuerdo especial con el pueblo de Santa Lucía, con nuestro pueblo. Celebran su fiesta, celebramos nuestra fiesta. Lucía una mujer que se mantuvo fiel a pesar de las dificultades. Una mujer que supo mantener intacta su convicción religiosa a pesar de las dificultades y de los oprobios  a los que se vio sometida. Una mujer que al final hizo realidad el refrán de quien la sigue la consigue.

       Quizás es hora de cantar con el salmista que nos alegramos con nuestro Dios. Si es que en el fondo el adviento es GAUDETE, es alegría. Claro que sí. Es tiempo de confianza, es tiempo de dejarnos llevar por la magia de lo que nos espera en Belén. Es tiempo de poner en práctica aquello que decimos que predicamos. Es tiempo que como dice Juan, ir delante alumbrando la llama del Amor llamado Jesús de Nazaret.

       Amigos, cada vez estoy más nervioso pero más contento. Cada vez la esperanza me pone contra las cuerdas pero los retos son más grandes. La Navidad se acerca y merece la pena que se note. ¿Lo intentamos?

       Hasta la próxima.

       Paco Mira