Escribe Paco Mira
GAUDETE, GAUDETE, GAUDETE,
GAUDETE, GAUDETE
A veces, se lo confieso, me gustaría que los días
tuvieran menos horas o que por lo menos las horas corriesen más despacio.
Cuanto más avanza el tiempo me doy cuenta de las cosas que pude haber hecho,
pero que por diferentes motivos no hice y… espero que no sea tarde. Ya vamos
por el tercer domingo de adviento. Parece que fue ayer cuando celebrábamos la
vigilia que nos daba el pistoletazo de salida y casi ya lo hemos acabado. Pero
he aquí que la Iglesia, esa bendita Iglesia pecadora, nos invita, quiere que
celebremos la alegría de la esperanza. Que celebremos el Gaudete del adviento.
Eso es lo que significa Gaudete, alegría.
Quizás es la hora de
preguntarnos si la alegría la estamos practicando en momentos y en tiempos en
que en vez de esperanza parece que existe la desesperanza. Un hombre/mujer que
está lleno y vive la esperanza tiene que tener siempre una sonrisa en los
labios, por muy mal que le vayan las cosas. Si es que los cristianos tenemos
que diferenciarnos en algo de los que no lo son. No en una carrera, no en un
título, no en una acreditación… sí en actitudes, en valores, en formas de
pensar, ver y actuar en la vida. No podemos caer en la rutina de quien no tiene
la más mínima esperanza de que las cosas pueden ser de otra manera.
Isaías, (¡qué grande
era!), nos invita, como invitó a María, a dejarnos inundar por el Espíritu de
Dios. Y eso nos lleva a tener esas actitudes en la vida. “El Señor nos ha ungido, nos ha enviado a dar buenas noticias a los que
sufren, a los corazones desgarrados, proclamar el año de gracia”. Si Dios
se fija en nosotros para eso, es que no somos nosotros los destinatarios. Nosotros
se la damos a los que nos ven, a los que nos oyen, a los que comparten con
nosotros la alegría de la fe.
Hoy quizás nuestros
amigos, ante esa alegría nos pregunten con insistencia como a Juan el Bautista,
¿quién eres?. Nosotros, como él,
seguimos siendo llamados a allanar los
senderos: ¡Qué dificultades ponemos, a veces, en los caminos de Dios!. Es
como si alguien nos quisiera comprar un regalo y siempre le estamos poniendo
trabas y dificultades. Me gusta Juan, el Bautista, porque no miente: por eso le
cortaron la cabeza. No miente y siempre dice no soy yo.
A veces nos sentimos
como él, y parece que proclamamos en el desierto. Ya lo decía mi madre, “parece
que predico en el desierto porque no me haces caso”. Pues a nivel de fe lo
mismo. Las circunstancias de la vida nos llevan a creer que nuestra voz no se
escucha en ninguna parte. Esa sensación no la tenía Juan. Creía que su voz sí
se escuchaba: había que darle tiempo al tiempo, porque el que tenía que llegar,
la linterna que alumbraba, era la que venía en la forma y en el tiempo
esperado.
Quiero tener un
recuerdo especial con el pueblo de Santa Lucía, con nuestro pueblo. Celebran su
fiesta, celebramos nuestra fiesta. Lucía una mujer que se mantuvo fiel a pesar
de las dificultades. Una mujer que supo mantener intacta su convicción
religiosa a pesar de las dificultades y de los oprobios a los que se vio sometida. Una mujer que al
final hizo realidad el refrán de quien la sigue la consigue.
Quizás es hora de
cantar con el salmista que nos alegramos con nuestro Dios. Si es que en el
fondo el adviento es GAUDETE, es alegría. Claro que sí. Es tiempo de confianza,
es tiempo de dejarnos llevar por la magia de lo que nos espera en Belén. Es
tiempo de poner en práctica aquello que decimos que predicamos. Es tiempo que
como dice Juan, ir delante alumbrando la llama del Amor llamado Jesús de
Nazaret.
Amigos, cada vez
estoy más nervioso pero más contento. Cada vez la esperanza me pone contra las
cuerdas pero los retos son más grandes. La Navidad se acerca y merece la pena
que se note. ¿Lo intentamos?
Hasta la próxima.
Paco Mira
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