viernes, 12 de diciembre de 2014

Escribe Paco Mira

GAUDETE, GAUDETE, GAUDETE, 
GAUDETE, GAUDETE

       A veces, se  lo confieso, me gustaría que los días tuvieran menos horas o que por lo menos las horas corriesen más despacio. Cuanto más avanza el tiempo me doy cuenta de las cosas que pude haber hecho, pero que por diferentes motivos no hice y… espero que no sea tarde. Ya vamos por el tercer domingo de adviento. Parece que fue ayer cuando celebrábamos la vigilia que nos daba el pistoletazo de salida y casi ya lo hemos acabado. Pero he aquí que la Iglesia, esa bendita Iglesia pecadora, nos invita, quiere que celebremos la alegría de la esperanza. Que celebremos el Gaudete del adviento. Eso es lo que significa Gaudete, alegría.

       Quizás es la hora de preguntarnos si la alegría la estamos practicando en momentos y en tiempos en que en vez de esperanza parece que existe la desesperanza. Un hombre/mujer que está lleno y vive la esperanza tiene que tener siempre una sonrisa en los labios, por muy mal que le vayan las cosas. Si es que los cristianos tenemos que diferenciarnos en algo de los que no lo son. No en una carrera, no en un título, no en una acreditación… sí en actitudes, en valores, en formas de pensar, ver y actuar en la vida. No podemos caer en la rutina de quien no tiene la más mínima esperanza de que las cosas pueden ser de otra manera.

       Isaías, (¡qué grande era!), nos invita, como invitó a María, a dejarnos inundar por el Espíritu de Dios. Y eso nos lleva a tener esas actitudes en la vida. “El Señor nos ha ungido, nos ha enviado a dar buenas noticias a los que sufren, a los corazones desgarrados, proclamar el año de gracia”. Si Dios se fija en nosotros para eso, es que no somos nosotros los destinatarios. Nosotros se la damos a los que nos ven, a los que nos oyen, a los que comparten con nosotros la alegría de la fe.

       Hoy quizás nuestros amigos, ante esa alegría nos pregunten con insistencia como a Juan el Bautista, ¿quién eres?. Nosotros, como él, seguimos siendo llamados a allanar los senderos: ¡Qué dificultades ponemos, a veces, en los caminos de Dios!. Es como si alguien nos quisiera comprar un regalo y siempre le estamos poniendo trabas y dificultades. Me gusta Juan, el Bautista, porque no miente: por eso le cortaron la cabeza. No miente y siempre dice no soy yo.

       A veces nos sentimos como él, y parece que proclamamos en el desierto. Ya lo decía mi madre, “parece que predico en el desierto porque no me haces caso”. Pues a nivel de fe lo mismo. Las circunstancias de la vida nos llevan a creer que nuestra voz no se escucha en ninguna parte. Esa sensación no la tenía Juan. Creía que su voz sí se escuchaba: había que darle tiempo al tiempo, porque el que tenía que llegar, la linterna que alumbraba, era la que venía en la forma y en el tiempo esperado.

       Quiero tener un recuerdo especial con el pueblo de Santa Lucía, con nuestro pueblo. Celebran su fiesta, celebramos nuestra fiesta. Lucía una mujer que se mantuvo fiel a pesar de las dificultades. Una mujer que supo mantener intacta su convicción religiosa a pesar de las dificultades y de los oprobios  a los que se vio sometida. Una mujer que al final hizo realidad el refrán de quien la sigue la consigue.

       Quizás es hora de cantar con el salmista que nos alegramos con nuestro Dios. Si es que en el fondo el adviento es GAUDETE, es alegría. Claro que sí. Es tiempo de confianza, es tiempo de dejarnos llevar por la magia de lo que nos espera en Belén. Es tiempo de poner en práctica aquello que decimos que predicamos. Es tiempo que como dice Juan, ir delante alumbrando la llama del Amor llamado Jesús de Nazaret.

       Amigos, cada vez estoy más nervioso pero más contento. Cada vez la esperanza me pone contra las cuerdas pero los retos son más grandes. La Navidad se acerca y merece la pena que se note. ¿Lo intentamos?

       Hasta la próxima.

       Paco Mira
  

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