CINCUENTA AÑOS
DE GAUDETE
Nos guste o no, creo que cumplir años no es malo. Nunca he
entendido el por qué nos quitamos años, o cuando nos preguntan por ellos
siempre nos quitamos alguno. Es como si estuviéramos de rebajas todo el año. Es
verdad que a algunos, cuando los vemos, no aparentan los años que tienen y
otros tienen y quizás más de los que el calendario les va marcando. Pero creo
que la procesión va por dentro y cada uno sabe como se encuentra. Por ello -
siempre se dice - que lo importante no es lo que se ve. Bueno y otros dirán que
la cara es el reflejo del alma, ¿en qué quedamos?.
Este fin de semana, la Iglesia cambia
el morado por el color carne. Hemos dejado a un lado la austeridad que parece
caracterizar el tiempo de adviento, para tomar un poco de respiro y pasarnos al
color carne. Casi diría al color de cada uno. Y lo digo porque algunos en el
color que ven este fin de semana no ven el color carne, otros sí queremos
verlo. También es verdad que muchos seguirán con el morado de turno.
Este fin de semana, el evangelio nos
propone, de nuevo a Juan el Bautista. Los más allegados le preguntan qué deben
decir de él si llega el caso. Y él responde, "una voz grita en el desierto: preparen el camino al Señor, allanen sus
senderos, porque detrás de mí viene alguien a quien no merezco desatarle la
correa de las sandalias".
Pero este fin de semana: Manuel Hernández,
Gonzálo F. Parrilla, Antonio F. Parrilla, Santiago, Antonio Perera, y alguno
que ya está en manos de Padre Dios (como los dos Pedros, Monzón y Suárez),
quizás sean también la voz que clama en el desierto, la voz que llevan
cincuenta años diciendo que ellos no son, pero que hablan en nombre de quien no
merecen desatarle la correa de las sandalias. Si, como decía al principio,
cumplir años es una virtud y un gran acontecimiento por estar con vida y ver lo
que nos depara esta, el llevar cincuenta años de cura no es para menos.
Quizás ser médico, contratista, marino
mercante o licenciado en la play cuatro tiene como reconocimiento un título que
nos enmarcamos y colocamos en la pared más visible de la casa para que todo
aquel que llega pueda contemplar lo grandioso que somos. Pero quizás ser cura,
convivir y compartir con los más pobres; administrar sacramentos que inician,
ratifican y despiden a los hermanos de una comunidad; acompañar a los más
jóvenes en el discernimiento de sus vidas y decidirse por aquello que más le
conviene... no tiene un título que poner en la pared de no se sabe qué casa
porque no la tienen como propia y no siempre es la misma. Es por ello que a
veces es una voz que clama en el desierto.
Una voz, que el en domingo de Gaudete,
de la alegría, del color carne de cada uno nos invitan a allanar los senderos,
a mirar y preparar lo que nos tiene que acoger para celebrar la llegada del
gran Jesús de Nazaret. No son o no
fueron los Mesías, pero sí fueron y son los profetas que desde su tiempo han
intentado hacer lo mejor posible su
tarea encomendada hace cincuenta años.
A algunos los he tratado más que a
otros. Con algunos he tenido más confianza que con otros, pero sí he de
reconocer que la humildad ha sido la bandera que siempre han ondeado en todos y
cada uno de los quehaceres. Su saber estar ha sido y es el motor que impulsa
sus vidas en todos y cada uno de sus actos.
No hace mucho, hablando con un
seminarista, le preguntaba que qué le parecía que un cura cumpliese cincuenta
años de eso, de cura. Me respondía, Paco es todo un reto. Y es verdad. Los
retos, a veces, no son imposibles de cumplir, pero son metas a las que hay que
alcanzar y que se pueden llegar en todos y cada unos de sus momentos.
Por ello, en el domingo de la alegría,
creo que es un motivo para toda la Diócesis de alegrarnos por los cincuenta
años de estos hermanos que lo único que hicieron es ser fieles a un compromiso
que iniciaron hace cincuenta años.
Lo dicho, FELICIDADES.
Hasta la próxima.
Paco Mira
Paco Mira
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