domingo, 31 de enero de 2010

DIARIO DE UN CURA. 31 de enero de 2010


Es domingo y no es que me haya propuesto escribir el diario los domingos. Pero coincide: es domingo. Acabo de llegar de Temisas que fui a celebrar la misa...y vine sin celebrarla. Estaba lloviendo, había sólo tres o cuatro personas y ellas mismas decidieron que mejor no celebrar la eucaristía. De todos modos me di el paseo y no me disgustó, aunque las piedras que me encontraba a la subida mientras llovía fuerte, no me hacían ninguna gracia. Ahora son algo más de las siete de la tarde y sé que a la noche no voy a tener ganas de ponerme a escribir porque a las 9 (de la noche, sí) tengo un entierro aquí en el Cruce de Arinaga. Hoy ha sido un día con variada actividad: las misas, un bautizo y dos entierros, uno en cada parroquia. También he tenido múltiples visitas: Vinieron los gallegos (Montse y Óscar) que se encargaron de una buena comida a base de pulpo (no voy a pasarme la vida comiendo ensalada y arroz) y se sumó al almuerzo Conchi Moreno que vino al bautizo. Porque el bautizo fue una mezcla de gente amiga de Tamaraceite y de Vecindario (Tania, Soraya, grupo Ponte en Marcha, etc.). No pude estar mucho rato con ellos, pero fue agradable. ¿Por qué será que los domingos son siempre agradables? ¿O es que lo serán todos los días?
  Él domingo conecta uno con mucha gente, aunque sea así, sólo de paso, pero esos pocos minutos que se van sumando a lo largo del año, van dando su fruto. Y uno va descubriendo valores, recibiendo sorpresas casi siempre agardables.
   Me alegró hoy ver a Lucía, la niña recién nacida hija de Verónica (Polígono de Arinaga). La trajo a la misa y fue a "presentármela", todo un detalle que agradecí aunque tenía que salir con prisas.
   Me resulta muy admirable, por ejemplo, que Paco G. y Roberto estuvieran anoche tocando hasta las cuatro de la mañana... y hoy estuvieran puntuales a tocar y cantar  en la misa de 11 y de las 12 y media... ¡y en el bautizo! Y, además con cara de domingo. Y además, eso ocurre muchos domingos.
   Valoro cada vez más a Pepita de Arinaga y a Dámaso del Cruce que procuran estar en todo. Serviciales, constantes, con buen humor...Hoy me lo han demostrado una vez más y con creces.¡Vaya regalo me ha hecho Dios con estas personas así!
   En Arinaga hay una niña que me saluda siempre muy cariñosamente, con mucha alegría. No sé su nombre y hasta me da vergüenza preguntárselo porque me saluda como si nos conocíéramos de siempre. Con su saludo me trae siempre una alegría de inocencia que me contagia.
   Ya he escrito aquí alguna vez que tengo debilidad por la gente joven o los preadolescentes. No sé qué sería de mí en una parroquia en donde no hubiera muchachos de estas edades. Por eso en la misa de los domingos me anima mucho ver a Fabricio o a Fran, a Ana o  Xaquelina, a todo el grupillo de muchachitos que en el Cruce se ponen en la nave izquierda y en Arinaga entre los primeros bancos. Cuando  los saludo, procuro decirles alguna tontería y siempre pido a Dios por ellos, que son parte tan importante de la comunidad y para mí personalmente. En la misa de los sábados aparecen también algunos otros muchachos y muchachas que ponen una notita de juventud en la eucaristía.
   En mi agenda veo que van apareciendo nombres, cumpleaños de viejos amigos jóvenes que  uno mantiene aunque hayan pasado años. Ayer estaba el nombre de Isabel Santana, de Tamaraceite y hoy están escritos los de Toñi Martín y Gerardo de Vecindario. Hace ya casi veinte años que me marché de Vecindario. Ellos tendrían entonces 17 ó 18 años, pero sus nombres han ido pasando de agenda en agenda. El afecto no se ha roto.
   En Arinaga pude intercambiar unas palabras, pocas pero muy amigables, con Pedro Domínguez, con Leonor, con Fela, con Fefa, con Fefina, con Ariel, con Jesús, con los monaguillos... Bueno, los monaguillos merecen una página aparte. Como también me gustaría escribir un día, a ver si me acuerdo, de los sueños. Sueño mucho, casi siempre y me encanta hacer el esfuerzo de recordarlos. El domingo que viene, o antes, escribiré de los sueños que me traen tantos recuerdos, personas, vivencias y cosas absurdas.
    Y el domingo no ha terminado. Dentro de un ratito me toca ir al velatorio. Una de las cosas que me gustan de mi tarea de sacerdote es la de acompañar en el momento de la muerte. Suelo ir siempre un ratito al velatorio y saludar a la familia. Apenas hablamos, pero sé que este es un momento importante para ellos. Lo sé por mi experiencia personal. Por eso me gusta no poner ninguna dificultad a los familiares cuando pasan por este trance. Sé que es un momento de gran sensibilidad y si yo represento a la Iglesia en este lugar quiero que se sientan acogidos en la Iglesia. Procuro aceptar la hora y el lugar que que me proponen y, sobre todo, estar disponible. Probablemente no siempre lo consigo pero sí que lo intento. Pero bueno, no voy a enrollarme más que por hoy ya está bien. Me marcho al velatorio y esta noche, en mi oración estarán todas estas personas a las que he hecho referencia y más. Porque también me duele Haití. Adiós..

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