viernes, 1 de diciembre de 2017

Escribe Paco Mira:


EL ESPERANZÓMETRO

            Les confieso que fui al diccionario y no encontré la palabra que inicia esta reflexión. Pero claro, si uno lee ciertas informaciones tendría que estar en el diccionario: ¡cuantas veces hemos oído que la esperanza de vida es de....!. Y yo me he preguntado si la esperanza se puede medir y si es así, cómo se llamaría el aparato que la mide. Le he puesto ese nombre, pero si hay alguno que encuentre otro mejor, pues fenomenal.

         Se preguntarán por qué hablo de esta palabreja y es que vamos a entrar en tiempo de esperanza. Uff, ¿pero eso no es todo el año?, probablemente, pero es que los cristianos hemos acabado el año y ahora vamos a empezar uno nuevo sin campanadas y sin uvas, pero con los deseos de las pilas cargadas de esperanza de poder ser un tiempo nuevo y por supuesto un tiempo mejor.

         Entramos en el adviento, tiempo por esperanza del año litúrgico, pero claro, ¿los tiempos que corremos tienen visión de esperanza?: paro, guerra, gente que duerme en la calle, las pensiones en la cuerda floja porque la hucha se ha vaciado, la economía va creciendo muy lentamente pero en nuestros bolsillos no se nota mucho.... ¿hablamos de esperanza?.

         Muchos, ante las dificultades, pueden pensar que Dios es un Dios lejano, ausente, pero Él ha estado presente animando y fortaleciendo la esperanza de las víctimas, sufriendo con ellas y alentando los esfuerzos de quienes, yendo  a contracorriente de los mercaderes de la muerte y la exclusión, han dedicado sus vidas a la construcción de la sociedad de hermanos y hermanas soñadas por Dios. ¡El Dios de la vida y de la misericordia ha estado, está y estará siempre en medio de nosotros!. Es un Dios-con-nosotros.

         A muchos, a mí el primero, me encanta el adviento. Y me encanta porque me hace soñar en que el tiempo que viene es un tiempo mejor que el que tenemos y eso me/nos hace o nos debería hacer ver la vida de otra manera, de otra forma y de otra manera. Es un tiempo, como ya vaticinaba el gran Isaías, de allanar senderos y de enderezar lo escabroso y que nos permite eliminar obstáculos que impiden que Dios esté presente en nosotros.

         Pero el adviento es un poco como el faro, el vigía que avisa y que como la parábola que leíamos no hace mucho, nos hace estar en vela, no vaya a ser que nos pille en "fuera de juego" ahora que está tan de moda en el mundo del deporte. Tenemos y hemos de estar en vela, para ofrecer los mejores materiales para la construcción del un belén creíble. Un belén del que muchos se quejan que no es el adecuado tal y como lo ha vivido un tal  Jesús de Nazaret. Seguro que si construimos ese belén, estemos haciendo la verdadera Navidad.

         Probablemente para hacer bien esa Navidad y en este adviento quizás sea bueno revisar nuestra vida, ahora que acabó el año y comenzamos uno nuevo. Qué hicimos que no tengamos que volver hacer; tenemos - quizás - que remover todo aquello que impide la verdadera presencia de Dios, no solamente en nuestras vidas, sino en la de aquellos que nos rodean y sobre todo renovar la vida con ilusión abriendo espacios para volver a Jesús y a la alegría de su evangelio.

         Dificultades vamos a encontrar un montón. Desesperanzas también, pero nuestro esperanzómetro mide la capacidad que tenemos nosotros de insuflar lo que otros, por las circunstancias de la vida, no tienen. Los cristianos tenemos que ser cristianos de esperanza ya que esta es lo último que perdemos. Los cristianos tenemos que tomarnos las uvas del deseo de un nuevo año mejor que el que hemos acabado, pero sobre todo tenemos que marcarnos objetivos reales como la propia vida de Jesús de Nazaret.

         Feliz año en el adviento.

         Hasta la próxima.        

         Paco Mira

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por participar.