EL ESPERANZÓMETRO
Les confieso que fui al diccionario y no encontré la palabra que
inicia esta reflexión. Pero claro, si uno lee ciertas informaciones tendría que
estar en el diccionario: ¡cuantas veces hemos oído que la esperanza de vida es de....!. Y yo me he preguntado si la
esperanza se puede medir y si es así, cómo se llamaría el aparato que la mide.
Le he puesto ese nombre, pero si hay alguno que encuentre otro mejor, pues
fenomenal.
Se preguntarán por qué hablo de esta
palabreja y es que vamos a entrar en tiempo de esperanza. Uff, ¿pero eso no es
todo el año?, probablemente, pero es que los cristianos hemos acabado el año y
ahora vamos a empezar uno nuevo sin campanadas y sin uvas, pero con los deseos
de las pilas cargadas de esperanza de poder ser un tiempo nuevo y por supuesto
un tiempo mejor.
Entramos en el adviento, tiempo por
esperanza del año litúrgico, pero claro, ¿los tiempos que corremos tienen
visión de esperanza?: paro, guerra, gente que duerme en la calle, las pensiones
en la cuerda floja porque la hucha se ha vaciado, la economía va creciendo muy
lentamente pero en nuestros bolsillos no se nota mucho.... ¿hablamos de
esperanza?.
Muchos, ante las dificultades, pueden
pensar que Dios es un Dios lejano, ausente, pero Él ha estado presente animando
y fortaleciendo la esperanza de las víctimas, sufriendo con ellas y alentando
los esfuerzos de quienes, yendo a
contracorriente de los mercaderes de la muerte y la exclusión, han dedicado sus
vidas a la construcción de la sociedad de hermanos y hermanas soñadas por Dios.
¡El Dios de la vida y de la misericordia ha estado, está y estará siempre en
medio de nosotros!. Es un Dios-con-nosotros.
A muchos, a mí el primero, me encanta
el adviento. Y me encanta porque me hace soñar en que el tiempo que viene es un
tiempo mejor que el que tenemos y eso me/nos hace o nos debería hacer ver la
vida de otra manera, de otra forma y de otra manera. Es un tiempo, como ya
vaticinaba el gran Isaías, de allanar senderos y de enderezar lo escabroso y
que nos permite eliminar obstáculos que impiden que Dios esté presente en
nosotros.
Pero el adviento es un poco como el
faro, el vigía que avisa y que como la parábola que leíamos no hace mucho, nos
hace estar en vela, no vaya a ser que nos pille en "fuera de juego"
ahora que está tan de moda en el mundo del deporte. Tenemos y hemos de estar en
vela, para ofrecer los mejores materiales para la construcción del un belén
creíble. Un belén del que muchos se quejan que no es el adecuado tal y como lo
ha vivido un tal Jesús de Nazaret.
Seguro que si construimos ese belén, estemos haciendo la verdadera Navidad.
Probablemente para hacer bien esa
Navidad y en este adviento quizás sea bueno revisar nuestra vida, ahora que
acabó el año y comenzamos uno nuevo. Qué hicimos que no tengamos que volver
hacer; tenemos - quizás - que remover todo aquello que impide la verdadera
presencia de Dios, no solamente en nuestras vidas, sino en la de aquellos que
nos rodean y sobre todo renovar la vida con ilusión abriendo espacios para
volver a Jesús y a la alegría de su evangelio.
Dificultades vamos a encontrar un
montón. Desesperanzas también, pero nuestro esperanzómetro mide la capacidad
que tenemos nosotros de insuflar lo que otros, por las circunstancias de la
vida, no tienen. Los cristianos tenemos que ser cristianos de esperanza ya que
esta es lo último que perdemos. Los cristianos tenemos que tomarnos las uvas
del deseo de un nuevo año mejor que el que hemos acabado, pero sobre todo
tenemos que marcarnos objetivos reales como la propia vida de Jesús de Nazaret.
Feliz año en el adviento.
Hasta la próxima.
Paco Mira
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