viernes, 7 de octubre de 2011

CARTA AL VIENTO UNA NIÑA COMO ISABEL

CARTA AL VIENTO
 UNA NIÑA COMO ISABEL

Ayer tarde, camino de Arinaga, encendí la radio como casi siempre cuando voy en el coche. En ese momento estaba hablando mi admirado  Vicente Romero en el programa “Buscamundos”. Hablaba desde Kenia donde la gente está muriendo de hambre. Literalmente: Muriendo de hambre. Y contaba desde su teléfono móvil que, mientras  los funcionarios de Naciones Unidas abarrotaban el restaurante cercano, la gente estaba tirada en el suelo esperando a morirse. Y que él estaba viendo cómo una señora quería regalar a una periodista a su pequeña hija… para que no se muriese de hambre. 
Hablar de niños y hambre o niños y muerte resulta siempre demasiado fuerte. Y es entonces cuando uno se da cuenta de que los  problemas de uno, normalmente no merecen ni el nombre de problemas.
Esa misma mañana viví uno de esos momentos  en los que uno se convence de que la casualidad no existe y que por algo estaba uno allí. Eran cerca de las 10 y media de la mañana y salí en el coche pensando en bajar a Arinaga con un amigo. De repente él cambió de idea y cogió otro rumbo y yo pensé.
-Pues me voy a visitar a M. que tuvo una niña hace pocos días.
            Aparqué frente a su casa y oí el llanto de una mujer sin saber de dónde venía. Toqué a la puerta de M y apareció Juani, su madre, llorado  con la niña en brazos, casi asfixiada.
            -Suso, llama a mi marido, por favor, repitió temblándole la voz con una mano sosteniendo a la niña y con la otra el teléfono sin acertar a marcar. Que la niña se está asfixiando, se está quedando negra…
            Sin más dilación, añadiendo mi preocupación a sus nervios,  la invité a subir a mi coche
            -Intenta reanimarla, le dije, no la dejes quieta, y vamos al centro de salud.
            Afortunadamente, no hubo más problemas; todo quedó en un tremendo susto porque, ya en el centro de Médico, la niña se recuperó.
Lo que he seguido preguntándome a lo largo de estos días. ¿Por qué se me ocurrió en ese momento ir a la casa de M.?
Qué cerquita está Dios de los niños.
 Seguramente aquella periodista en  Kenia también estaba allí para algo más que informar. Yo no sé si llegó a quedarse con la niña o no. Pero Dios le ofreció la oportunidad de salvar  una vida. Pensando en esto  he vivido todas las horas de estos días. Siempre uno puede encontrarse con alguien que lo necesita. Siempre hay una niña como Isabel que te está esperando. Quisiera tener siempre los ojos abiertos, la sensibilidad suficiente para descubrir que en Kenia o en unas calles más arriba de tu casa alguien te puede necesitar.

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