sábado, 6 de febrero de 2010

CARTA AL VIENTO: La niña que quería ser cura



   El pasado domingo, en la misa, pregunté a los niños qué les gustaría ser de mayores. Quince levantaron la mano para afirmar, muy seriecitos, que quieren ser profesores. Cuatro dijeron que les gustaría ser médicos y hasta hubo dos, un niño y una niña, que se apuntaron a ser cura. Me extrañó y me alegró la decisión de la niña al levantar la mano, pero también me pareció raro que nadie soñara con ser carpintero, albañil, enfermera, fontanero o panadero y mucho menos agricultor. Vaya usted a saber de qué se alimentará la gente dentro de quince años cuando todos estos chicos de mi parroquia sean médicos y profesores y no se encuentre a nadie que plante papas ni amase el pan. Y vaya usted a saber dónde se encontrarán curas para atender a todos los pueblos, a no ser que en el futuro se tenga en cuenta la mano levantada de la niña que quería serlo.
   En mis tiempos de seminario había un eslogan que se repetía mucho: Dios llama siempre, Dios sigue llamando. Y debe ser así, aunque tal vez la voz de Dios se oiga ahora menos, ya que nuestros seminarios están atravesando un tiempo de gran sequía. El papa Benedicto XVI decía hace unos meses con ocasión del Año sacerdotal:
   "Que este nuevo año jubilar constituya una ocasión propicia para profundizar en el valor y la importancia de la misión sacerdotal y para pedir al Señor que le dé a su Iglesia el don de numerosos y santos sacerdotes".
   Y aunque es escasa la cantidad de curas, -ahora lo digo yo, no el papa- tal vez tendríamos que valorar más si la calidad es buena. Ojalá hubiera muchos y santos sacerdotes como dice el Papa. Pero a falta de cantidad, que al menos seamos buenos pastores. Hay una señora del Toscón, en la zona de Tamaraceite, que me llama con frecuencia y me dice que no hay un solo día que no pida a Dios por todos los sacerdotes y que, además, nombra uno a uno a todos los que ella conoce.
   A lo mejor, cuando hablamos de la vocación, habría que afinar más y no empeñarnos en decir solamente que hace falta curas. Lo que necesitamos con mayor urgencia es que haya cristianos comprometidos. Cristianos que se impliquen en el mundo de la educación y estén presentes en la actividad de la vida ordinaria. Cristianos en los carnavales y en las ONG que trabajan por Haití o cualquier actividad solidaria. Cristianos comprometidos en los medios de comunicación y en los centros hospitalarios y en la política. La respuesta a la vocación a la vida cristiana de cada uno es lo que puede servir de palanca para que este mundo sea más justo y para que haya más vocaciones a la vida religiosa.
   Este próximo domingo tal vez pueda hacer la misma pregunta a los niños que participan en la eucaristía familiar. ¿Qué te gustaría ser de mayor?
   Me responderán otra vez que quieren ser profesores, médicos o policías. Y yo pediré a Dios lo mismo que el papa pedía para los sacerdotes. Que sí, que haya maestros, fontaneros, albañiles y aparceros: Que sean numerosos y santos profesionales.

   ¿Y si la niña del otro día vuelve a levantar la mano diciendo que quiere ser cura? Bueno si levanta la mano…ya me pensaré qué responderle. Tendré que preguntárselo al Señor. Porque primero tendrá que ser una buena cristiana… y después ya veremos. Está claro que Dios sigue llamando, no sólo para ser cura  sino, sobre todo, para que seamos buenas personas, honradas, trabajadoras, alegres, amables… y seguidores de Jesús. Es la vocación a la vida cristiana que encaja con cualquier profesión.

   Gracias, niños de mi parroquia que me ayudan a pensar y a rezar.

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