Escribe Juan Santana
“BAJO MI PUNTO DE VISTA”
HACIENDO JUSTICIA
Cuando los marineros se
asentaron en la playa de Arinaga, la mayoría venidos desde la Bahía de Gando, residían en
el trayecto que va desde el muelle hasta las inmediaciones de la actual sede de
“Protección civil”. Unos lo hicieron en cuevas y otros en improvisadas casas,
todas situadas en la orilla del mar, pero cuando era tan solo arena y el agua
en escasas ocasiones llegaba a sus hogares.
Es difícil imaginarse esa estampa cuando
se ve lo deteriorada que está en la actualidad esa misma orilla que un día
pisaron nuestros familiares y vecinos.
Pero en este caso me
referiré a la vivienda ocupada por el matrimonio compuesto por Agustín Herrera
y su esposa “Dª Trinidad”, pero que todos llamaban “Trina”. Por supuesto vivían
con ellos sus hijos, pero que a excepción de uno, todos se habían casado y
tenían su casa en otro lugar del pueblo. Se defendieron como “jabatos” ante los cambios
que día a día hacían del litoral en torno a su casa, dispuestos a quedarse por
duro que se lo pusieran, pero hasta última hora, “Trina” seguía vendiendo el
pescado, no ya de su marido, sino de uno de sus hijos que iba a la pesca unos
cuantos días en semana.
En la estatua situada al
pie de la “Cuesta de Agüimes”, donde se ve a una señora con una cesta de
pescado a la espalda, es el fiel reflejo de muchas mujeres que iban cargadas
hasta Agüimes, entre ellas “Trina”, que era una de las que dejaba su casa por
las mañanas para regresar después del mediodía, con el cuerpo abatido por el
cansancio, pero sabiendo que al día siguiente le esperaba la misma tarea, pues
eran tiempos duros y todos tenían que arrimar el hombro.
A mediados de los años 80,
les hicieron una oferta que consistía en darles medio millón de las antiguas
pesetas, unos tres mil Euros actuales, con la condición de que abandonaran su
casa y derruirla, yendo a vivir con uno de sus hijos.
Recuerdo las palabras de
mi difunto padre, el cual me decía que en varias ocasiones se juntaban las dos
familias para coger más pescado, siendo Trina una de las encargadas de
venderlo, acudiendo cada día para entregar el dinero, producto de la venta,
dando todos los detalles de lo vendido sin quedarse con un céntimo.
Por todo lo aquí expuesto, vaya para
ella mi reconocimiento y respeto.
Con
mucho cariño y admiración hacia una gran mujer:
Le reconoce su valía: Juan
Santana Méndez
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