(Apocalipsis, 3,20)
Un
hombre había pintado un hermoso cuadro.
El
día de la presentación al público, asistieron las autoridades locales,
fotógrafos, periodistas, y mucha gente, pues se trataba de un famoso pintor.
Llegado
el momento, se retiró el paño que velaba
el cuadro.
Hubo un caluroso aplauso.
Era una impresionante figura de Jesús tocando suavemente la
puerta de una casa.
Jesús parecía vivo. Con el oído junto a la puerta, parecía
querer oír si adentro de la casa alguien le respondía.
Todos admiraban aquella valiosa obra de arte.
Un observador muy curioso, encontró un error en el cuadro. La
puerta no tenía cerradura.
Y fue a preguntar al artista:
_“¡Su puerta no tiene cerradura! ¿Cómo se hace para abrirla?“.
El pintor tomó su Biblia, buscó un versículo y le pidió al
observador que lo leyera:
Apocalipsis 3, 20:
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo: si alguno oye mi voz y abre la puerta,
entraré y cenaré con él, y él conmigo.”
_”Así es”, respondió el pintor. “Ésta es la puerta del corazón
del hombre. Solo se abre por dentro.”
Abramos nuestro corazón al amor, a Jesús.
Siempre estamos a tiempo.
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