jueves, 27 de julio de 2017

OPINIÓN PARTICULAR

 BAJO MI PUNTO DE VISTA
Escribe Juan Santana (Arinaga)  

OPINIÓN PARTICULAR

A pesar de que ya escribí de un tema al que titulé y publiqué con el nombre de “Manía de cambiar”, hablando del cambio de nombre que los de fuera del pueblo de Arinaga pusieron a la llamada “Punta de la monja”, paraje natural que rebautizaron con el nombre de “Risco Verde”, tan solo porque en su interior tiene una charca llena de Algas marinas, que por supuesto son de color verde, aunque eso no le dan pie a ponerle otro nombre.  
Yo no voy a hacer lo mismo, sino que en esta ocasión, al tratarse de un lugar privado, por cierto que un bar, creo que tan solo cabe mi sugerencia, que si la quieren la cogen y si no la dejan, pues no soy quien para meterme en asuntos particulares, pero aún así me arriesgaré porque creo que con lo que digo no ofendo a nadie.
El bar En cuestión y para no hacer publicidad, por lo que no digo su nombre actual, era propiedad de varias señoras, ya fallecidas y que eran las hermanas, Catalina, Chana, Joaquina y una hija de Catalina que se llamaba Juana.
Aunque estaban todas juntas, la titular era Catalinita, que era como la conocían los vecinos de la playa.     
Pero siempre fue conocido ese local como “el bar. De las Catalinas” o la tienda que tenía al lado como “la tienda de Catalinita”, donde las cuatro estaban siempre haciendo los famosos “manteles de artesanía”, producto no valorado por la gente, que no saben el trabajo que cuesta hacerlo y que además se dejan la vista en él por tener la mirada fija donde ponen la aguja de coser, siempre de un lado a otro.

Pero centrándonos en el bar,  diré que a la barra le decían mostrador, pues tenía en el centro y delante, un hueco tapado con un cristal para “mostrar allí algunas golosinas para que, sobre todo los niños, se les antojara algo, obligando así a los padres a comprarlo.      
Y es que ese local se resiste a ser derruido para colocar allí otra edificación, porque sí es verdad que es una de las pocas edificaciones antiguas que no se han cargado, como hicieron con otras, queriendo dejar a Arinaga sin historia, pero más tarde o más temprano se verá convertida en escombros, Dios no lo quiera.
La única esperanza que nos queda a los que deseamos conservar las cosas que nos representan es la de que al ser de propiedad privada, las entidades públicas no decidan su futuro, rogando a su propietario que lo conserve tal y como ha sido siempre.         
Por eso me gustaría que llevara el nombre que los lugareños le habían puesto, pero acabo pidiendo disculpas si con eso se sienten molestos sus actuales propietarios, porque tan solo es mi opinión particular.


Juan Santana Méndez

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