DIARIO DE UN CURA
¡Yo no me doy
por vencido!
El
otro día estuve en un acto de política municipal. Había bastante gente.
Jóvenes, casi ninguno. A actos religiosos voy
todos los días. Jóvenes, casi ninguno. A
actividades musicales voy de vez en cuando. Jóvenes, casi todos.
Estuve
ayer con un compañero y lo encontré más
que vencido. Derrotado. Decía que está harto de convocar a los jóvenes para la
confirmación o para hablar de algún tema que él considera de interés y nadie acude. Asegura
que no hay nada que hacer. Y que no va a seguir perdiendo el tiempo. Se
conformará con lo que ya hay en su parroquia.
Yo
tampoco tengo soluciones. Pero sigo
cantando con Luis Fonsi que no me doy por vencido. Ni muchísimo menos. No se
puede trabajar para la juventud o con la juventud si no
se tiene el mínimo de fuerza para resistir la tentación de abandonar.
Estoy muy cercano a una asociación juvenil, Vida
Solidaria, y compruebo que también
ellos tienen dificultades para mantener
la fidelidad a las reuniones o los compromisos que se van tomando. Lo que hace
que la asociación de mantenga es porque
algunos “no se dan por vencidos” y siguen contra viento y marea,
participando, animando y reuniéndose aunque sólo vengan cinco.
No
entiendo que un concejal o un cura se rindan.
Un cristiano que tire la toalla…
dudo que sea cristiano. Un político
desanimado porque la juventud no
responde, tendrá que plantearse su
cargo. Y mucho menos que se tranquilicen
culpando a la juventud de todos los
males. Hay una actitud que se llama autocrítica que es lo que hay que hacer. Lo
que pasa que eso cuesta mucho. Todos
recordamos multitudes de jóvenes en los templos. Si ahora no están, tal vez es
que hay algo que no estamos haciendo bien. Quizás seguimos con los mismos
esquemas de hace sesenta años. Tal vez
no sabemos animar a los adolescentes. A lo mejor hay que ser más humildes y
olvidarnos de las masas.
Yo
quiero una Iglesia joven. Y alegre, y entusiasta. Y humilde.
Y
quiero instituciones públicas que trabajen con la juventud sin buscar sólo la
inmediatez . Hay que trabajar sin esperar el éxito inmediato que conduce a la
decepción. Trabajar con los jóvenes exige paciencia, serenidad, y mucha,
muchísima humildad.
Yo,
yo no me doy por vencido
Juro que vale la pena esperar, y esperar y esperar un suspiro
Una señal del destino
No me canso, no me rindo, no me doy por vencido.
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