Escribe Paco Mira
CRISTO, ¿REY? SI,
PERO DE MISERICORDIA.
PERO DE MISERICORDIA.
Bueno, se
acabó, o no se si mejor decir que empieza ahora. Cuando se acaba un
acontecimiento es como cuando uno cumple años: no sabe si los cumple al
principio o cuando ya se acaba. El domingo pasado, todas las diócesis,
conmemorando el día de la Iglesia diocesana, clausuraban el año de la
misericordia. Parece que ya no tenemos que preocuparnos más por la
misericordia, porque se ha acabado el año.
Y es curioso que
aprovechando que acabamos el año litúrgico, nuestro Papa Francisco, ese que nos
dice y les dice a los curas que tienen que oler a oveja, clausura el año de la
misericordia. Pues ¡anda que no se ha escrito nada en torno a ello!, justamente
el día en que la Iglesia proclama a Jesucristo, a ese Jesús de los caminos
polvorientos de Galilea, como Rey del Universo.
Casi me parece una
contradicción, pero sí entiendo que como su reino no es de este mundo, pues no
es una contradicción. Creo que es hora de hacer balance. Balance de la
capacidad que hemos tenido para asimilar un año en el que han sucedido un
montón de cosas a nivel social, político, cultural, económico. Un año en que
nos encontramos con un pluralismo no solamente religioso, pero que sí influye
en el devenir de los que nos consideramos cristianos.
Tenemos que hacer
balance de la capacidad que hemos tenido para perdonar, para tener
misericordia. A Jesús le preguntaron una vez que cuantas veces había que
perdonar y él dijo que hasta setenta veces siete; Hay que hacer balance de las
veces que por el perdón hemos servido de puente entre personas que necesitaban
una ayuda cariñosa; Hemos de hacer balance de las veces que hemos puesto el
hombro para servir de apoyo, o la mano ante una caída inoportuna; Hacer balance
de las veces que hemos prestado el oído para escuchar un buen consejo o la boca
para decir la palabra oportuna en el momento adecuado. ¡ Que buena es, no ha
sido, la misericordia!.
Creo que es el
momento de recordar aquella canción, sacada de aquella célebre frase que al atardecer de la vida, nos examinarán del
amor, es decir de la misericordia. Por eso el reino de Jesús no es de este
mundo, auque esté en el mundo. Y tanto es de este mundo que acabó con los
brazos extendidos en una cruz, no para dar lástima, sino para abrazar a todos
aquellos que le buscan con un corazón sincero.
El ladrón que con
él estaba en la cruz, le decía acuérdate
de mí cuando llegues a tu Reino. Hoy estarás conmigo. El Reino de Jesús, es
el que estamos viviendo, inacabado, pero real. Un reino de justicia, de amor,
de paz, de solidaridad, de cercanía, de samaritanos de la vida, de hijos
pródigos que se arrepienten y necesitan misericordia, de samaritanos que
ofrecen agua al sediento y vestido al desnudo, de pescadores rudos pero
valientes a los que no les asusta las contrariedades de la vida. Estamos en el
Reino de Jesús, en ese reino de misericordia.
¡Cuánto nos queda
todavía!, pero ahora que vamos a entrar en el adviento no perdemos la
esperanza. Nuestro mundo es un mundo lleno de signos de contradicción, pero eso
es lo que le hace grande. No pensemos que el reino de Jesús es un reino de
pompa y boato, de corte y pajes, de coronas y cetros. Es un reino de humildes,
de sinceros, de pobres contentos y alegres, de gente misericordiosa que huele a
oveja o a lo que haga falta con tal de ser felices y hacer felices a los que
nos rodean por fidelidad al evangelio.
Amigos: celebremos
a Jesús rey del Universo, pero del Universo de misericordia, porque no nos
olvidemos que misericordia quiero y no sacrificios, aunque alguno haya que hacer.
Hasta la próxima.
Paco Mira
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