sábado, 18 de junio de 2016

EL RESPETO ES MUY BONITO

DIARIO DE UN CURA
EL RESPETO ES MUY BONITO


Estábamos  el otro día en la celebración donde se bautizaban seis niños. La iglesia, llena. Se oían ruidos y conversaciones. Todos,  preparados para la fiesta posterior al bautizo. Muy pocos preparados para celebrar dignamente el sacramento. Al acabar la ceremonia, Ángel, familiar de uno de los bautizados, se acercó a decirme con evidente enfado: ¡Qué poco respeto hay en el templo! No se puede venir a la iglesia si no se cree en esto. O que, aunque  sólo sea por educación, se mantenga la compostura necesaria.  Por supuesto que le di la razón. Otra cosa es cómo debe uno reaccionar para, sin faltar a nadie, pedir el necesario respeto. No es tarea fácil.

En muchos hoteles se requiere una vestimenta adecuada (sin chanclas, sin la ropa de la playa) para cenar en su restaurante. Todos lo vemos como lo más normal del mundo. No sé por qué algunos se quejan de que  haya  iglesias donde se prohíbe alguna prenda de vestir. Es verdad que puede haber reacciones desagradables entre los encargados del templo y la feligresía. Todo se arreglaría con educación. A nadie se le ocurriría entrar, por ejemplo, a una mezquita  y no  quitarse los zapatos.   Lo que nosotros pedimos es bastante más sencillo. Sólo respeto. O sólo educación.

Los días de la semana han transcurrido con momentos llenos de emotividad, presentaciones de libro, visitas médicas, diálogo con misioneros canarios, participación en cáritas arciprestal, caminatas, fiestas y un día de retiro con casi cien compañeros sacerdotes y el obispo. Precisamente en el diálogo volvió a surgir la pregunta. ¿Somos demasiado exigentes con nuestros feligreses? ¿Somos demasiado blandos? Roberto, un compañero párroco, cuenta que, cuando daba clases en el Instituto,  los chicos le llamaban “seis pesetas”. Porque  él no era “duro”… sino lo siguiente.  En cambio Juan,  manifestaba que él sería sólo “dos pesetas y media”  ya que se muestra más proclive a disculpar y no ser demasiado exigente.

Hablando de todo esto, se recordó una homilía reciente del Papa Francisco en donde anima a tener actitudes humildes, de servicio, de paciencia, de serenidad...

El cura, el pastor,  “no vive contabilizando  las horas de servicio. Es un buen samaritano  en busca de quien tiene necesidad. No es un inspector y se dedica a la misión  con todo su ser. No se queda parado  después de las desilusiones  ni se rinde ante las dificultades. No es un jefe temido por sus ovejas sino el pastor que camina con ellas. No regaña a quien abandona  o equivoca el camino sino que está dispuesto  a recomponer los litigios.”

Y es que buena parte de los conflictos en la Iglesia, como también ocurre en el deporte, se solucionan, sencillamente,  con educación.  Educación y respeto por parte de todos. Que el respeto es muy bonito.

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