Diario de un cura
Entierros, bodas y bautizos
Los días en la parroquia corren veloces y los acontecimientos se multiplican. Hay semanas, esta ha sido un de ellas, en las que abundan los entierros y funerales. Es un momento al que acudo casi siempre acompañado por alguien para saludar a los familiares y rezar. Es el momento de acompañar y mostrar la condolencia y cercanía de la comunidad cristiana. Normalmente, todo fluye con normalidad. Y aunque el acontecimiento se repite, no es algo a lo que uno se acostumbre. A veces hay situaciones que se hacen difíciles. No tiene mucho sentido, por ejemplo, que, como ocurrió hace unos días, una familia tenga que esperar casi tres días para enterrar a su madre que había fallecido en el Hospital. Recuerdo que en otros tiempos se hacían entierros de primera, de segunda y hasta de tercera clase. Gracias a Dios eso fue suprimido por la Iglesia hace ya más de cincuenta años. Pero, por desgracia, en algunas instituciones se siguen manteniendo diferencias hasta para enterrar a los muertos. Y, aunque no está escrito en ningún sitio, sólo faltaría eso, a veces, si la situación económica es débil, hay que buscar influencias. No es justo.
Los entierros y funerales, donde lo religioso y lo meramente
social se confunden, procuramos
llevarlos con la máxima atención y respeto hacia la persona fallecida y
a sus familiares. Ojalá nunca lo convirtamos en un acto rutinario, como
denunciaba León Felipe:
“No sabiendo los oficios los haremos con respeto.
Para enterrar a los muertos como debemos,
cualquiera sirve, cualquiera… menos un sepulturero”
Lo que ha descendido notablemente en la Iglesia son las bodas.
La gente se lo piensa no sé si mejor o peor. Al menos se dan más tiempo para decidirlo.
Pero de vez en cuando hay quien viene a decirte:
Así
me dijo la semana pasada el argentino
Jorge Salinas. De entrada, la pregunta desorienta un poco. Pero más tarde
aclara:
- Es que yo contraje matrimonio hace
cincuenta años con Ana María Salas y quiero decirle que la sigo queriendo.
Alegra escuchar estas cosas. Ellos habían olvidado el nombre de la
parroquia y el cura que les casó. Pero mantenían vivo lo fundamental: El
amor. Estas bodas, las de oro y de plata,
suelen ser más frecuentes ahora. Por eso intentamos celebrarlas con igual entusiasmo que si fuera la primera
vez que se prometieron amor y fidelidad.
Precisamente esta próxima semana, serán varios curas de nuestra
Diócesis los que celebrarán un destacado aniversario de su ordenación
sacerdotal. El martes día 10, dos amigos sacerdotes, Antonio Viera, párroco de
Escaleritas y Luis María Guerra, profesor de Teología, celebrarán sus primeros 25 años de cura.
Ellos, como la pareja argentina, renuevan ilusionados su compromiso ante Dios y
ante los compañeros.
Y lo mismo hará el salesiano José Luis Cardenete que cumple
cincuenta años en el sacerdocio. Mi felicitación sincera a los tres.
Los bautizos son otra historia. Otras historias. Más importantes
que las bodas, que cualquier boda. Lo
comentaré otro día.
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