CARTA AL VIENTO
UN NIÑO EN EL SÍNODO DE OBISPOS
David es un niño de unos dos meses que participa en el Sínodo de los
obispos que se está celebrando en Roma. Interviene de vez en cuando con un
pequeño llanto, que es la forma ordinaria que tiene de expresarse. Pero no está
allí para eso sino que acompaña a sus padres, holandeses, que sí han sido
invitados a intervenir en este Encuentro de la Iglesia para abordar el tema de
la familia.
Es bueno que participen como invitadas varias parejas que deben saber bastante
más de la familia y de los hijos que la mayoría de los prelados allí presentes
y que serán quienes tomarán las decisiones.
Ya es un paso importante que se le haya dado voz a los matrimonios. Y
también es importante que se aprenda a hablar de fe y de Moral teniendo de
fondo el llanto de David pidiendo de comer.
Hablar de la familia y aconsejar a las familias no puede hacerse sólo
leyendo el Derecho Canónico o lo que escribían los santos padres, que decían
cosas muy interesantes. Interesantes son también las opiniones de quienes saben
menos Teología pero conocen bastante de
las relaciones de pareja y las situaciones que se viven en el hogar con niños
pequeños o adolescentes. Muchas parejas
se han roto y, cuando más necesitadas estaban de atención y misericordia, se
les cerró puertas y castigó con leyes y normas dudosamente evangélicas.
Un
niño que con lágrimas busca el regazo materno siempre transmite ternura. Tal
vez es eso lo que va a decir el pequeño David a los grandes de la Iglesia: Sean
más tiernos, no sean demasiado exigentes, piensen en la situación de cada
familia, traten como trata Jesús.
Leo cada día
las informaciones que llegan del Sínodo y, como ocurre siempre, hay noticias
buenas, alentadoras y otras que dejan
preocupación. Anima saber que los padres
sinodales siguen el consejo del Papa Francisco de hablar libremente y al
parecer está siendo así. Y se ha hablado con mucha libertad de matrimonios
eclesiásticos y civiles y de parejas homosexuales o lesbianas.
A los sinodales, como a la mayoría de nosotros, los que no hemos
ido al Sínodo, les preocupa el alto
número de separaciones y de divorcios que se producen. Y tienen en la mente dialogar sobre ese miedo que
existe a los compromisos definitivos. Además, en el Sínodo se dialoga sobre las dificultades de las familias que
viven situaciones económicas y sociales difíciles. Problemas como el desempleo,
los salarios bajos o la falta de un trabajo digno podrían no estar ausentes
de las discusiones vaticanas.
En lo negativo,
me llama la atención los movimientos de
algunos grupos que quieren influir con recogida de firmas y manifestaciones para que la Iglesia no ablande
su postura respecto a que los divorciados que se casaron de nuevo puedan comulgar.
Sin embargo, nos queda la fe. Tengo la esperanza de que esta
Iglesia no quedará dejada de la mano de Dios sino todo lo contrario. Y que este
Sínodo que acabará el día 24, será una bendición para muchas familias.
Esta carta de hoy va para ti, Alicia. Para ti que, en estos años de tu
adolescencia, tantas veces te has
quejado de tus padres y dudas de su cariño. Y va para ti, Aarón, que has
decidido dejar el hogar familiar, en donde has crecido, porque dices que quieres
vivir más libre, sin aguantar los consejos trasnochados de tus padres. Y va
para para ustedes, María y Antonio, que
abandonaron la Iglesia, descontentos por el trato recibido tras el divorcio. No tiren la toalla. La familia es casi siempre
el lugar más gratificante. Cuando en otro sitio no nos acogen, en la casa de
nuestros padres siempre hay un espacio para nosotros. La Iglesia ha pecado muchas veces, es verdad,
de poco humana. Pero nunca cierra sus
puertas.
David, el niño del Sínodo, es el símbolo de que la ternura puede volver a
la Iglesia.
P.D.
Nicanor y Adrián son dos seminaristas
que hoy empiezan a ser curas. Empiezan a formar parte de una nueva familia. Deseo que la diócesis y
las parroquias a las que van destinados sean su segunda casa, su segunda
familia. Bienvenidos.
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