CARTA AL VIENTO
LA VOZ DE LOS CURAS
El wasap de mi sobrina Sara, me hizo cambiar de lugar, aunque no
soy muy amigo de la pantalla chica: Ponte
a ver la tele. Hay un sacerdote concursando en “La Voz”. Deberías ver su
actuación. Canta que no veas, se llama Damián. Hice caso a mi sobrina, como
casi siempre, y allí me puse, delante del televisor. Me gustó. Y más aún
cuando, buscando en Internet, supe que es misionero redentorista y que ha estado en la India y en Honduras. Y
que ha manifestado que, lo que realmente le importa, es " transmitir, a través de la música, el amor en el mundo".
Entre los
curas, como ocurre en todas las actividades humanas, encontramos de todo. Pero
lo positivo es mucho más, aunque a veces, por lo que uno oye, parezca que la balanza se inclina al otro
lado. Ocurre igual que con los
políticos, ahora ya en campaña para las elecciones. Se comentan los
abusos de poder o la insensibilidad de algunos que nos gobiernan y los muchos tristes
casos de corrupción. Pero es injusto generalizar. No todos los políticos son
corruptos. No todos los que aparecen en las listas andan buscando su propio
beneficio. Al contrario. Estoy convencido de la honradez de la mayoría de los que
gobiernan en nuestros municipios.
Creo que,
a través de la música, del sacerdocio y de la política se puede transmitir un
mensaje profundo de amor y muchas veces
se transmite. Hace unos días leí la entrevista que en Cataluña hicieron a un
cura de Gran Canaria. El titular era muy significativo: “Paco Padrón, el cura
que se para a hablar con la gente”. Me gustó. En esta época en la que todos
andamos a la carrera es un valor importante que muchas personas encuentren
tiempo para hablar y para escuchar. Como interesante y signo de entrega me ha
parecido el testimonio del ex cura de Temisas, Antonio Cerpa, que ha contado su
experiencia en el libro “La dignidad
conquistada. Memoria de una lucha contra el abandono y las injusticias. Temisas
1968-1971”. Tal vez muchos sacerdotes de
nuestra tierra podrían contar y cantar también sus luchas, sus trabajos y sus sacrificios por la gente de nuestros
pueblos y ciudades. Aunque lo conseguido no haya sido tanto. O que no se hayan
parado a hacer balance de su trabajo.
Precisamente
hace sólo unos días un grupo de curas celebraron sus 50 o 25 años de servicio a
los demás: Paco Martel, Diego Monzón, Julio Sánchez, Vicente Santana, Pepe
Mejías y Julio Roldán. Hombres que, con algunos defectos como todos los
humanos, siguen sembrando con entusiasmo el amor gratuito y generoso, queriendo
a la gente, sintiéndose servidores desde su tarea en la parroquia o el hospital
o la investigación. Aunque a veces no se les reconozca.
Los
curas, salvo alguna excepción como Damián, no van a la tele. Pero andan por
ahí, cada uno con sus peculiaridades, poniendo voz y vida al evangelio. Son tiempos nada
fáciles que exigen mucha dedicación y entusiasmo para no caer en el desánimo
que es la tentación que acecha a todos los que hacen un servicio público. Tienen que escuchar elogios, pero también críticas
duras. Me alegra escuchar palabras bondadosas
para los sacerdotes y para los trabajadores de la salud y de la enseñanza. Me
gusta escuchar buenas cosas de toda la gente. También me gusta darlas a
conocer.
Este
domingo se celebra el día de San Juan de Ávila, patrono de los sacerdotes
españoles. Dicen de él que, además de ser un predicador incansable,
transmitía dulzura. Por esa razón
muchos se acercaban a la Iglesia y a Dios.
Por eso,
algún día, hoy mismo, cuando escuche una homilía acertada o el testimonio de un
cura amable, trabajador y cercano enviaré un wasap a mi sobrina Sara, que no es
muy amiga de misas, para decirle: Ven a esta
parroquia. Hay un sacerdote que llega
muy adentro. Deberías verlo. Celebra y trabaja por los demás que no veas. No
canta, pero encanta.
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