viernes, 9 de enero de 2015

Escribe Paco Mira
¿LA VIDA CONSAGRADA,
O CONSAGRAR LA VIDA?
           ¿Saben?. Cada vez más, me gusta este Papa Francisco. Primero por el nombre, como fiel seguidor de aquel de Asís, a los que muchos le debemos tanto,  y segundo porque es muy limpio. Le gusta con frecuencia, levantar las alfombras de la Iglesia y sacudirlas, que aunque parezca limpia, siempre “saca lanillas”. Claro, cuando uno está a gusto, que le hagan levantar para limpiar, pues no le apetece (quizás es lo que le pase a alguno de los “grandes de la casa de la Iglesia”, que no les gusta levantarse para que le limpien).
         Este año, el Papa Bergoglio, ha dicho que el 2015 sea el año destinado y dedicado a la vida consagrada. Pero no siendo un servidor quién para llevarle la contraria a su santidad, me gustaría no dedicar un año a la vida consagrada, sino  que consagráramos la vida. Parece igual, pero no creo que sea lo mismo. La vida tiene un valor tan incalculable, que tiene que ser consagrada, sea cual fuere nuestro estado y sin que esto sea el condicionante para dedicarle un año a una actividad pastoral concreta.
         Esta semana hemos vivido, en la vecina Francia, la profanación herética de la consagración de la vida (como a diario lo vivimos en Siria, o en Corea, o en cualquier país de África…). Esta semana hemos visto la crueldad hierática, fría, de alguien que apretaba un gatillo y una víctima temerosa del miedo cumplido, tirado en la acera de una calle (en tantas aceras y calles de la vida) implorando perdón y quizás… clemencia o misericordia. Hemos vuelto a profanar la consagración de la vida.
         Y este fin de semana, los cristianos volvemos a celebrar una fiesta, la fiesta del Bautismo. Una fiesta que a veces poco celebramos. Quizás no le demos la importancia que tiene (y nuestros bautismos en la Iglesia no son más que una escandalera festiva)  a un gesto que hemos convertido en sacramento porque es el que nos da el inicio de nuestra razón de ser en eso que llamamos cristianos. Es curioso como a los primitivos cristianos no sólo les bastaba  bautizar con agua, lo veían con poca consistencia. Era necesario empaparse del Espíritu: ya lo decía el Bautista, “yo les bautizo con agua, pero detrás de mí viene quien les bautizará con el Espíritu…
         Es curioso como esa Palabra que se hace carne, también participa de la realidad del hombre bautizado; se mete de lleno en esa marea humana que somos sus hermanos, porque como dirá Pablo, se presenta como un hombre cualquiera… por eso a veces me pregunto que en tiempos de crisis, en tiempos de secularización acentuada, en tiempos en que parece que todo va mal,… quizás es el momento de preguntarnos qué caminos nuevos anda buscando Dios para encontrarse con los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
         Hoy necesitamos, más que nunca, consagrar nuestra vida de una manera clara a los proyectos que tenemos y sentimos como vitales para nosotros. Hoy más que nunca necesitamos parecernos cada vez a Jesús, dejarnos trabajar por su Espíritu, dejarnos rebautizar no como Juan, sino conforme a su propio proyecto. Tenemos que consagrar nuestra vida, hacerla semejante a él y como él ha querido. Solo los pobres y los humildes, entienden que tienen que dejarse trabajar por el espíritu..
         Casos y sucesos como los que la tv nos presenta y nos muestra no es más que la señal de quien no tiene asumido que Dios actúa en todos y cada uno de nosotros. En nombre de Dios (aunque este se llame Alá) no se le puede arrebatar la vida a nadie. Seguro que muchos de nosotros hemos sufrido la caricaturización en más de una ocasión por confesar y enarbolar la bandera de Jesús de Nazaret, en el fondo y en la forma, la bandera de Dios y no nos hemos dedicado a pegar tiros a nadie.
         Somos imagen de Dios, somos la vida de Dios, somos la consagración de la vida de Dios. Amémosla, respetémosla, valorémosla…porque en el fondo estamos amando, respetando y valorando al mismo Dios, aunque lo llamemos de otra manera.
         Hasta la próxima

         Paco Mira

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