Escribe Paco Mira:
PACO,
EL DE ASÍS:
Y ENCIMA SANTO
Con ese deje o ese acento
canario, quizás alguno se atrevería a decirle Paquillo. Paquillo sí, el de
Pietro, el de Pedro Bernardone, ese afamado y fanfurrón comerciante de telas
italiano, a quien su vida le cambió no por los negocios que él hizo (que
también), sino por la bondad y la amabilidad de su hijo. Un hijo, a quien un
encuentro fortuito, un encuentro de casualidad hizo que su vida cambiara. Lo
más probable que es que no hubo ningún espaviento, ninguna manifestación
extraña, hubo un encuentro personal que inicia una conversación y que al final
le dice “ve y repara mi Iglesia que
amenaza ruina”.
Los grandes
acontecimientos de la historia empiezan en el silencio, empiezan en
conversaciones más o menos privadas. Francisco supo abrir el oído y el corazón
e iniciar la escucha con un interlocutor que no era cualquier cosa. Una
conversación que le lleva a no andar con medias tintas, una conversación que le
lleva a la radicalidad más absoluta desde el convencimiento de que el mensaje
que quiere merece la pena. Un convencimiento que le lleva a ser pobre, a ser
obediente y a ser casto: hay que renunciar para poder ganar.
Un
acontecimiento, el de Francisco, que supo contagiar. Un acontecimiento que supo
marcar y dejar huella. Tras él se fue Bernardo, se fue Domingo, se fue Clara… ¡Si es que en el mensaje de Jesús la pluralidad es la que cuenta!. Una huella
que ha dejado en ellos y que tenían unos destinatarios muy concretos: los
pobres y necesitados. Aquellos leprosos de la época le marcaron de tal manera
que fue capaz de amarlos y besarlos como si estuvieran sanos.
Un
Francisco, un Paquillo, que supo entender que somos hijos de un mismo Padre y
por ello todos somos hermanos: hermana luna, hermano sol, hermano lobo, hermana
muerte corporal….loado seas mi Señor por todos ellos, por todas las criaturas
que tú has creado.
Este
fin de semana, el evangelio nos volverá a invitar a la viña. Nos dirá que en
esa viña que nos tiene preparada para trabajar con el Padre, no es un viñedo
donde todo es maravilloso. Es un viñedo con dificultades, es un viñedo donde no
todo es un vergel… Es un viñedo donde los trabajadores pueden ser apaleados, e
incluso donde puede haber viñadores homicida. Me viene a la mente todos esos
lugares donde se quiere vivir el evangelio de una forma sosegada y tranquila
y no se puede. Esos lugares donde los
cristianos no pueden vivir con total libertad, porque siempre hay alguno que
presume, por desgracia, que no queriendo conocer a Jesús, encima hay que
prohibírselo a los demás.
Francisco
el de Asís, hizo suyo que amar al otro es amar a Jesús de Nazaret y amándolo a
él estamos cumpliendo la ley del evangelio. Él mismo llegó a decir que incluso
si hace falta, que anunciemos el evangelio con palabras. No por mucho hablar se
convence mejor. Hoy vivimos en una sociedad en la que falta testimonio, faltan
los ejemplos, falta el tomar la iniciativa y contemplar que Jesús tiene cabida
en el mundo en el que vivimos.
Francisco
tenía un truco: Provocar el encuentro con Jesús. Dice su biógrafo más experto,
Tomás de Celano, que los encuentros de Francisco en la oración, a veces, eran
interminables. Las conversaciones con Jesús eran “eternas”. Creo que muchas
veces a nosotros nos faltan ese tipo de encuentros.
Por
eso Francisco es el patrono de muchas cosas: de la ecología, de la naturaleza,
etc… Todo el mundo lo quiere coger como modelo. Me gustaría que todos, en esta
semana, nos leyésemos un trocito de su vida. Les aseguro que merece la pena y
lo más probable es que algo cambiaría en nuestra vida. La noche del 3 de
Octubre de 1.226 nos deja con solo 44 años. ¡Si es que lo bueno se acaba
pronto!, pero el ejemplo dura toda la vida.
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