domingo, 21 de abril de 2013

LA CONCEJALA QUE SE EMOCIONÓ


CARTA AL VIENTO

LA CONCEJALA QUE SE EMOCIONÓ

Ya he comentado alguna vez que  me molesta mucho  cuando se generaliza al hablar de los políticos o de la Iglesia o de los funcionarios. No todo el mundo es igual.  Hace unos días, ante un grupo de amigos, la concejala responsable de asuntos sociales se emocionó. No estaba en campaña, no era un mitin, no estaba “vendiéndose”. Sencillamente, hablaba de los problemas de muchas, muchísimas familias de su municipio. Y al mismo tiempo pasaban  por su mente los casos reales, duros, crueles, injustos de cada persona  que le contaba su problema.  Y   la imposibilidad de dar respuesta adecuada a cada familia. La concejala no pudo evitarlo y se derrumbó emocionada. Y a mí me emocionó ver a un político que no es un mero gestor sino alguien que comparte  el sufrimiento, que se compadece, que comparte el padecer   de las personas a las que atiende y a las que no puede atender adecuadamente.
Esta es la verdadera política. La que está ahí por vocación. Con verdadera actitud de servicio. 
                Yo también estoy harto de los políticos, banqueros, curas, obispos, maestros, médicos, y gente que están ocupando un puesto para el que no tienen vocación. Porque no tienen respeto y cariño a las personas que atienden. Porque no sufren cuando  los otros sufren. Sus intereses son otros.  Me da lo mismo que sea el poder o el dinero o la vanidad. Estoy harto de los que están en la política o la Iglesia porque, además de su paga, tienen otras compensaciones justas o injustas. Pero no son todos así. La mayoría no es así.  Estoy igualmente harto de los que hablan de igualdad y pobreza y justicia, pero lo hacen desde la comodidad de su riqueza y su buena vida. Harto de los que se proclaman comunistas, socialistas o curas y  predican igualdad desde su ofensiva y evidente desigualdad. El que no sufre y se emociona y llora por no poder echar una mano a quien se comprometió a servir, es un mentiroso. Pero no lo son todos.
   Conozco gente con vocación. Conozco pastores que lloran cuando una oveja se les muere. Conozco pastores que conocen a sus ovejas y las quieren. Y conozco alcaldes y curas y obispos  que darían su vida por la gente. Porque tienen vocación.
    Cuando aquel joven me dijo que quería ser cura no le pregunté si iba a misa ni si rezaba por las noches ni si era buen estudiante. Le pregunté si quería a la gente y si quería ayudarles. Lo demás vendría poco a poco. Cuando alguien comenta que quiere ser catequista porque está pasando un problema personal, le digo que mejor que no. Que primero resuelva su problema. Y si un político, que los hay, quiere aprovechar su cargo para resolver su situación personal, es que equivocó el camino.
Un cura sin vocación, sin amor a la gente es un mal cura. Y un concejal preocupado más por su sueldo que por la falta de sueldo de sus conciudadanos es un mal concejal. 
El Papa Francisco lo ha dicho con palabras más claras que las mías:    el sacerdote tiene que salir a la "periferia, donde hay sufrimiento, sangre derramada, ceguera que desea ver, donde hay cautivos de tantos malos patrones". El Papa ha clamado contra el  "que no sale de sí y que en vez de mediador se va convirtiendo poco a poco en intermediario, en un gestor  que ya tiene su paga”. Afirma Francisco que los curas, tienen que ser  "pastores con olor a oveja, pastores en medio de su rebaño". Y recordaba  que Jesús iba al encuentro de los pobres,  los enfermos, los que están tristes y solos.
   Por eso me emocionó y alegró que una concejala  se emocionara al hablar de los empobrecidos. Eso es ser concejala “con olor a oveja”. Una concejala con vocación.

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