CARTA AL VIENTO
LA CONCEJALA QUE SE EMOCIONÓ
Ya
he comentado alguna vez que me molesta
mucho cuando se generaliza al hablar de
los políticos o de la Iglesia o de los funcionarios. No todo el mundo es
igual. Hace unos días, ante un grupo de
amigos, la concejala responsable de asuntos sociales se emocionó. No estaba en
campaña, no era un mitin, no estaba “vendiéndose”. Sencillamente, hablaba de
los problemas de muchas, muchísimas familias de su municipio. Y al mismo tiempo
pasaban por su mente los casos reales,
duros, crueles, injustos de cada persona
que le contaba su problema.
Y la imposibilidad de dar
respuesta adecuada a cada familia. La concejala no pudo evitarlo y se derrumbó
emocionada. Y a mí me emocionó ver a un político que no es un mero gestor sino
alguien que comparte el sufrimiento, que
se compadece, que comparte el padecer de las personas a las que atiende y a las que
no puede atender adecuadamente.
Esta es la verdadera política. La
que está ahí por vocación. Con verdadera actitud de servicio.
Yo
también estoy harto de los políticos, banqueros, curas, obispos, maestros,
médicos, y gente que están ocupando un puesto para el que no tienen vocación. Porque
no tienen respeto y cariño a las personas que atienden. Porque no sufren
cuando los otros sufren. Sus intereses
son otros. Me da lo mismo que sea el
poder o el dinero o la vanidad. Estoy harto de los que están en la política o
la Iglesia porque, además de su paga, tienen otras compensaciones justas o
injustas. Pero no son todos así. La mayoría no es así. Estoy igualmente harto de los que hablan de
igualdad y pobreza y justicia, pero lo hacen desde la comodidad de su riqueza y
su buena vida. Harto de los que se proclaman comunistas, socialistas o curas
y predican igualdad desde su ofensiva y
evidente desigualdad. El que no sufre y se emociona y llora por no poder echar
una mano a quien se comprometió a servir, es un mentiroso. Pero no lo son
todos.
Conozco gente con vocación. Conozco pastores que lloran cuando una oveja
se les muere. Conozco pastores que conocen a sus ovejas y las quieren. Y
conozco alcaldes y curas y obispos que
darían su vida por la gente. Porque tienen vocación.
Cuando aquel joven me dijo que quería ser cura no le pregunté si iba a
misa ni si rezaba por las noches ni si era buen estudiante. Le pregunté si
quería a la gente y si quería ayudarles. Lo demás vendría poco a poco. Cuando
alguien comenta que quiere ser catequista porque está pasando un problema
personal, le digo que mejor que no. Que primero resuelva su problema. Y si un
político, que los hay, quiere aprovechar su cargo para resolver su situación
personal, es que equivocó el camino.
Un cura sin vocación, sin amor a la
gente es un mal cura. Y un concejal preocupado más por su sueldo que por la
falta de sueldo de sus conciudadanos es un mal concejal.
El Papa Francisco lo ha dicho con
palabras más claras que las mías: el sacerdote tiene que salir a la "periferia, donde hay sufrimiento, sangre
derramada, ceguera que desea ver, donde hay cautivos de tantos malos
patrones". El Papa ha clamado contra el "que no sale de sí y que en vez de
mediador se va convirtiendo poco a poco en intermediario, en un
gestor que ya tiene su paga”. Afirma Francisco
que los curas, tienen que ser "pastores
con olor a oveja, pastores en medio de su rebaño". Y recordaba que
Jesús iba al encuentro de los pobres, los enfermos, los que
están tristes y solos.
Por
eso me emocionó y alegró que una concejala
se emocionara al hablar de los empobrecidos. Eso es ser concejala “con
olor a oveja”. Una concejala con vocación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por participar.