miércoles, 3 de marzo de 2010

CARTA AL VIENTO: El seminario es de todos.

   Ya saben ustedes que 2010 fue declarado año sacerdotal. Por eso me disculparán que, de vez en cuando, dedique mi comentario a hablar de los curas.
Cuando yo estaba aún estrenándome como sacerdote en la parroquia de Ojos de Garza, un día llegó un joven  de unos veintipocos años a contarme su deseo de ser cura. A mí me extrañó porque era un joven maduro, bastante conocido en la isla, a quien con frecuencia escuchaba en la radio cantando no sé qué de una cieguita, y de la juventud, de las madres o su pueblo. Me resultó extraño, pero fue un enorme motivo de alegría escuchar un planteamiento tan serio y coherente de aquel chico que entonces, creo, estaba haciendo el servicio militar.
   Aquel joven de hace unos cuantos años, Salvador Santana,  es hoy sacerdote y rector del Seminario Diocesano de Canarias. Ahora mismo acabo de recibir una carta suya en la que me invita a una jornada de reflexión sobre Pastoral Vocacional  y a colaborar con todos los medios –oración, animación, ayuda económica- para el sostenimiento del Seminario. Por supuesto, Salvador,  que podrás contar con toda la colaboración que me sea posible..
   Esta mañana estuve en un colegio de un barrio de mi parroquia. El profesor me cedió amablemente la clase en donde había alumnos desde 3º a 6º de Primaria. Dialogué un rato con los chicos, cantamos y les invité a participar en la misa del barrio.  A media tarde me llamó uno de ellos, muy espabilado:
 -Quiero saber qué tengo que hacer porque yo quiero ser cura, me dijo así,  sin anestesia previa.
  -Vamos a hablar más despacito, poco a poco,  le contesté. Y ya me contó que está en quinto, que le interesa mucho la clase de religión, que le gusta ayudar a los demás y que lo tiene muy claro: quiere ser cura.
   Pues no se crean que es un caso del todo raro. Este año he preguntado en varias ocasiones a los niños en la iglesia y siempre encuentro al menos uno o dos que hablan de ser sacerdotes. O al menos no lo descartan. Y que no lo descarten ya me parece bueno.
   A mí todo esto me hace pensar que hay que seguir sembrando, animando, invitando.  Que la vocación es una planta que hay que sembrar, no crece sola. Hay que ayudar a crecer. Cuando leía la carta de Salvador Santana  pensaba que mi primera colaboración con el Seminario iba a ser esa: intentar transmitir a los niños y jóvenes que en la vida, además de profesor, médico, enfermera y abogado, se puede ser sacerdote, religiosa o misionero. Sé que el terreno donde tenemos que sembrar  es bastante árido. Pero con más razón habrá que intentarlo. Voy a continuar esperando, deseando y rezando para que vuelva a ocurrir que, como en aquellos mis primeros años de cura, alguien se acerque a la parroquia y me dé la buena noticia y me diga:
   -Quiero entrar en el Seminario.
   Tal vez lo primero que debo hacer será intentar ser un buen cura, un buen pastor que anime más por su vida que por sus palabras. Porque las palabras convencen, pero los ejemplos arrastran. Si los curas fuéramos siempre un buen ejemplo, tal vez no haría falta día del Seminario porque el sólo ejemplo fomentaría las vocaciones. Tal vez si los cristianos fuéramos más coherentes, más comprometidos, esta Iglesia estaría más viva.Está en nuestras manos.  El Seminario es algo de todos. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por participar.