Escribe Paco Mira:
PERDONA, ¿QUÉ ME ESTÁS
CONTANDO?
La ilusión de una persona joven, cuando
termina su larga preparación universitaria es ingresar, ojala lo más pronto
posible, en eso que ahora se denomina el "mercado laboral". Si a la
prontitud se le agrega el deseo de trabajar en algo relacionado con su
formación y que las condiciones de trabajo sean más o menos aceptables, la
tarea no es nada fácil. La primera tarea que ha de hacer el joven profesional
es estudiar las ofertas de trabajo que hay en su entorno: perfil profesional
requerido, condiciones del puesto de trabajo, experiencia previa, etc y hecho
esto debe elaborar una compleja hoja de vida en la que aparezcan sus títulos
legítimamente conseguidos, la experiencia laboral y las habilidades que, a
juicio del empleador, pudieran calificarlo como la persona más apta para el
trabajo.
Hoy nos piden el currÍculo y en él ha
de estar como condición, la humildad. Hoy no somos humildes. Probablemente ayer tampoco,
pero seguro que no nos acordamos del tiempo pretérito. Yo les confieso que me
cuesta mucho llevar como bandera la humildad. Hoy vivimos en un mundo en el que
el fantasma del pasado, de tiempos anteriores con otros criterios familiares,
sociales, religiosos, culturales... sigue siendo vigente en muchos ambientes y
familias, y no somos receptivos a que alguien más joven, con gran capacidad de
reacción ante los tiempos que corremos, nos adelante en la carrera de la vida.
Discutimos, nos cabreamos, no
asumimos.....y el evangelio de esta semana (Marcos 9,30) nos dice que tenemos
que ser como niños. El evangelio no nos dice que tenemos que ser infantiles,
sino niños con el corazón limpio, con el corazón que es capaz de bombear sin la
nicotina y contaminación de la sociedad en la que vivimos. Tenemos que ser
niños para mirar con la mirada de la inocencia y no ver siempre la doble
intención de quien no tiene por que ser peor que nosotros.
Hoy el evangelio nos cuestiona y el
mismo Jesús también lo hace, ¿de qué
discutimos en el camino de nuestra vida?, Perdona, ¿qué me estás contando?.
Probablemente ellos, los discípulos no contestaron, pero nosotros en el
ejercicio de la sinceridad, hemos y debemos de contestar.
En casa, en el trabajo, con los amigos,
en la parroquia... discutimos. Nuestra vida, a veces, se convierte en una
continua discusión. Y probablemente nuestra discusión es vieja, tiene dos mil
años, es la misma que la de los discípulos, ¿quién es el más importante?: el
deseo de figurar o de hacerse notar, el deseo de que se reconozca lo que
hacemos aunque lo disfracemos de una falsa modestia.... ¡cómo es nuestra
reacción cuando no se hacen las cosas como nosotros pensamos!. No se trata de
que no tengamos razón, sino de razonar lo que hacemos y que probablemente a los
que nos escuchan o nos ven, tendremos que convencerles con los gestos y las
actitudes.
El fin de semana pasada, Santiago nos
recordaba que "yo por las obras te
demostraré mi fe". ¡qué lejos nos queda todavía el que seamos capaces
de asumir y ver que las buenas noticias del evangelio, no son tan complicadas
si somos capaces de tener la humildad y la sencillez de un niño.
Perdona, ¿qué me estás contando? Es sin
duda la reacción de muchos de nosotros que no asumimos lo que muchos nos
cuentan en alguna corrección fraterna. ¡ Quién quiera ser el primero que sea el
último!. Ahora que se lleva la moda de criticar muchos de los aspectos de la
Iglesia, ¡cuánta gente humilde trabajó y trabaja en ella!. ¡ Cuántos
"niños" de más de cuarenta años viven el evangelio y que nos dan
ejemplo para ello. No nos queda nada.
Felicidades a los Miguel que celebran
su honomástica
Hasta la próxima
Paco Mira
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