viernes, 21 de septiembre de 2018


DIARIO DE UN CURA

NI  SON  TODOS LOS QUE ESTÁN…

     No son todos los que están…
     Después de pasar tres o cuatro  puertas y controles llegué,  por fin, a uno de los módulos. Yo, que soy muy poco observador, esa vez lo observaba  todo: los cerrojos, las paredes, los rostros… Me saludaban con abrazos y sonrisas. Me miraban  con simpatía y algunos ya empezaron a preguntarme: ¿Usted es el Padre? ¿Usted está en la Pastoral? ¿Qué tengo que hacer para ir a misa el sábado? ¿Me puede traer un rosario? ¿Cuándo nos ingresan los cinco euros que nos da la pastoral a los indigentes?       
       Demasiadas preguntas para uno que estaba empezando.
   Algunos te pedían hablar y te contaban por qué estaban allí. Muchos reconocen que se portaron mal y sólo quieren que los días vayan más rápido al menos para tener derecho a los permisos. Pero la vida allí va tan  lenta…  Demasiado lenta. Menos mal que, los que tienen visitas,  se alimentan cada día de la esperanza de que el fin de semana se encuentren con la gente que les quiere.
    Y aquel primer día me encontré con Guille. Vaya sorpresa. Nos conocíamos de cuando él era niño. Un niño bueno, simpático y tímido.  Ahora lo encontré en la Biblioteca, igual de simpático y amable. Estaba estudiando y me lo contó todo con mucha paciencia, porque allí nunca hay prisas.  Allí lo que sobra es tiempo.  Guille no robó, ni mató, ni peleó, ni engañó; pero le salieron unos cuantos  años porque fracasó con su pequeña empresa y dejó muchas deudas atrás.
-Es injusto, me decía. Pero así es la ley; y los que pudieron ayudarme no lo hicieron. Pero no he perdido el tiempo, ni la fe. Me matriculé en la UNED y estoy a punto de sacar la licenciatura. Aquí hay gente mala, claro, como en la calle. Pero también hay mucha gente buena. Y gente que no tiene más delito que equivocarse o no saber gestionar algún asunto.
Han pasado varios meses de aquella primera visita. Poco a poco me he ido familiarizando con buena parte de ellos.  Hay muchos sufrimientos,   pero también risas y bromas. Algunos esperan nuestras visitas y yo también deseo  que llegue el jueves o el sábado para convivir unas horas con aquellos que, en muchos  casos, necesitan  estar allí.  Y en otros casos  ha sido la mala suerte,  el mal momento, el error humano que hace que una buena persona como Guille tenga que pasar años encerrado.  
Pero ni son todos los que están…Ni están todos lo que son.




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