jueves, 27 de septiembre de 2018



DIARIO DE UN CURA
UN PLAGIO

            Hoy he llegado a la casa parroquial cansado y sin ganas de escribir mi Diario. Además, mi cabeza ha estado en otro lado, incapaz de mantener la atención. Así que me dije.
-Voy a copiar un texto que ya escribí hace un par de años. Total, ahora que se habla tanto de los plagios de las tesis o el máster de algún político, no pasa nada que yo me copie a mí mismo. Nadie se va a dar cuenta.
Pero no.  Puestos a  copiar, mejor sería  imitar  lo que algunos buenos compañeros míos hacen en sus parroquias. Me gusta copiar la sensatez y sabiduría de alguna gente del pueblo en el que vivo. Me vendría muy bien plagiar la actitud de servicio de Dámaso o  la perseverancia de Pepe. O copiar la responsabilidad y buena letra  de Mensa. O los esfuerzos y logros  de Tita, el buen humor de Jorge, la simpatía de Omaira, la fe y discreción de María. O la inocencia de Alejandra y Cristóbal y los niños misioneros, la oración de Margarita o de Marimar.  Copiaré, si puedo,  el compañerismo de Águeda, la rectitud de Enrique  y el buen oído de Paco y de Loren. Hoy, la verdad, necesito plagiar.     
                                                                     Casualmente, un amigo me mandó anoche  mismo un texto que me gustó y lo copio textualmente: Pongo comillas:
“Un campesino,  cansado de la rutina del campo y de tanto trabajo duro, decidió vender su finca. Como sabía que su vecino era un destacado poeta, se decidió a pedirle el favor de que le hiciera un anuncio para  su  venta.
El poeta accedió gustosamente y empezó a elaborarlo:
El cartel decía:
 

“Vendo un pedacito de cielo, adornado con bellas flores y verdes árboles, hermosos prados y un cristalino río con el agua más pura que jamás hayan visto”

El poeta tuvo que marcharse por un tiempo, pero a su regreso decidió visitar a sus nuevos vecinos, pensando que aquel hombre del aviso de venta ya se había mudado. Cuál fue su sorpresa al encontrarse otra vez con el campesino trabajando en sus campos. El poeta le preguntó:
-¡Amigo! ¿No pudo vender la finca?

El campesino con una sonrisa le respondió: 
-No mi querido vecino, después de leer el anuncio que usted me hizo, comprendí que tenía el lugar más maravilloso de la tierra y que por ahora no existe otro mejor…”  Cierro comillas.
Moraleja: No esperes a que venga un poeta  para hacerte un anuncio que diga lo bonito que es tu pueblo, lo  maravillosa que es tu vida, tu familia, tu parroquia. O lo buenos que son tus compañeros.  Reconoce cuánta bondad y belleza hay a tu alrededor y que hay a tu alrededor.
       Disculpen. Lo de hoy es un plagio. Pero me ayuda  a valorar lo que tengo y  a decir a todo el mundo  que tengo una finca y una parroquia y unos amigos que no quiero cambiar  por nada del mundo. 


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