viernes, 9 de junio de 2017

TRES EN UNO

Escribe Paco Mira:

¡TRES EN UNO. UFF
¡Un poco complicado!

            Nada más mencionar lo de tres en uno, todo el mundo ya sabe a lo que nos atenemos. Un problema atascado, un poco de tres en uno y se soluciona el mismo. ¡De cuantos problemas nos ha sacado el desatascador! Pero es verdad que no es duradero, y de vez en cuando hay que volver a aplicarlo. Pero esa es la historia.

         Recuerdo que un niño una vez me preguntó, “Paco, ¿qué es eso de la Trinidad”. Sobre la marcha se me ocurrió decirle que era un Misterio. No mentía, pero probablemente no solucionara la duda del niño, y recurrí a lo más fácil: ¿Tienes un papá, verdad? Sí; ¿a qué se dedica?, trabaja en un banco; ¿tiene alguna afición? Sí, hace natación. Le dije yo, ah, ¿tienes tres papás? No, Paco, uno solo, con un tono de extrañeza por mi ignorancia. Le dije eso es como la Trinidad: tres en uno, pero no distintos, el mismo.

         Eso es lo que celebramos este domingo. Por ello me gustaría compartir el modo de proceder de Dios en el mundo de hoy. Nuestro Dios, no es un Dios lejano que se queda impasible ante el dolor y el sufrimiento de cientos de miles de sus hijos. Probablemente muchos se preguntarán ¿dónde estaba Dios cuando la muerte tocó en la puerta de Londres o de Paris? Pues seguro que no estaba con quien habla por medio del silbido de las balas o de las bombas.

         Probablemente nosotros estamos viviendo la globalización de la indiferencia, la anestesia que produce la civilización del espectáculo y la impotencia que sentimos ante los mercaderes de la muerte, que incluso nos quitan hasta las ganas de implicarnos en causas justas. Me gustaría que fuésemos capaces de mirar con la mirada de Dios, capaces de mirar a nuestro alrededor para ser capaces de implicarnos.

         El resultado de esa mirada es la llamada a la redención del género humano. Dios nos ama tanto que abandonando su condición divina, hace que su Hijo, asuma la condición humana y se haga solidario con nuestra historia: aquel Dios lejano del Antiguo Testamento, inaccesible, se hace carne, camino, verdad y vida, ya que Dios no envía su hijo al mundo para condenarlo, sino para salvarlo.


         Cuando la gente pregunta, ante la barbarie, donde está Dios, habrá que responder que estaba sufriendo con las víctimas, llorando con las viudas y con los huérfanos, naufragando en las pateras con los inmigrantes, haciendo jirones en la piel cuando saltan las vallas que separan los pueblos hermanos, pasando hambre y frio con los  habitantes de la calle, cargando piedras para construir puentes de reconciliación.

         Nosotros podemos echarle una mano a Dios. Nuestras voces pueden ser un susurro en medio del atronador ruido de las balas y de los cuchillos. Por ello muchos susurros puede convertirse en una auténtica coral que acalle fusiles y levante la voz para  cantar a la vida, a la justicia, a la paz, a la reconciliación y al amor.

         Es la hora de levantar nuestra voz y juntar nuestras manos para ayudar a Dios a hacer la redención del género humano. Es la hora de la unidad, siguiendo el ejemplo de la comunidad trinitaria, aportemos lo mejor de cada uno de nosotros a la tarea de reconstruir el mundo. No fijemos nuestra mirada en lo que nos separa, sino en lo que nos une.

         Echar una mano a Dios implica ser capaces de dejar nuestro lugar de confort para lanzarnos a la búsqueda creativa de alternativas de convivencia que hagan posible otra forma de vivir en el mundo.

         Probablemente el niño que me preguntó no entienda mucho lo que acabo de escribir, pero seguro que sus padres sí. Por ello eduquemos desde la infancia al susurro de la unidad en la diversidad. La Trinidad es la que nos tiene que servir de unidad en la consecución de los logros que nos proponemos. Por ello nos debemos invitar a por lo menos intentarlo.

      Hasta la próxima.
          
          Paco Mira



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