viernes, 30 de septiembre de 2016

UN CURA PARA LA CALLE

DIARIO DE UN CURA

UN CURA  PARA
LA CALLE

       Un amigo, después de escuchar la homilía del obispo el día de la patrona,  hizo este comentario con un poco de guasa: Si el obispo dice que ahora hay menos gente que va a la iglesia y los jóvenes están fuera de ella, ¿para qué quiere que haya más curas? El trabajo será menor y se  necesitarán menos sacerdotes.

Parecería una reflexión con lógica si la tarea de los sacerdotes se limitara a atender a los que van a misa o a la catequesis. Pero las cosas no son así ni debieran serlo. Precisamente el obispo en las homilías de las fiestas de las patronas de  Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura, insistió en la necesidad de  salir a la calle que es lo que el evangelio propone y  “no encerrarnos en nuestros templos y salones para continuar cuidando a los que no se han ido”.  Cuantas más personas estén decepcionadas del catolicismo,  cuanto más vacías estén las iglesias, más necesidad tendremos de sacerdotes. Sacerdotes para la calle.

A mí me preocupa que muchas personas crean que el trabajo del sacerdote  se reduce a una misa diaria, atender a quienes solicitan un sacramento y poco más. Pero más que eso, me preocupa que también los curas y agentes de pastoral  nos acomodemos  al calorcito de la iglesia y echemos a otros la culpa de la falta de jóvenes o la apatía religiosa de buena parte de la población.  Se necesitan, más que nunca,  curas y catequistas que ejerzan fuera de los templos. No  porque van echando sermones. Tampoco porque llevan la etiqueta que los identifica. No es eso lo que hace falta.   Hace unos años, cuando el papa Francisco comenzó a hablar de que tenemos que oler a ovejas y mezclarnos con la gente, hubo quienes pensaron en más procesiones y más manifestaciones externas de fe.  Lógicamente no habían entendido el mensaje del papa como  tampoco ahora el de Francisco Cases.   Ser un cura de la calle es algo  más profundo, más comprometido y más difícil. San Pablo  dice a Timoteo: Toma parte en los duros trabajos del evangelio.  O lo que es lo mismo: No te acomodes ni  dediques todas las horas del día a celebrar misas y tener reuniones y catequesis siempre con el mismo grupo de personas. La calle nos espera. Para estar con la gente que no va a la iglesia, para escucharla, para comprenderla, para aprender. Para intentar ser testimonio del evangelio.

Escribo estas cosas, consciente de que me las digo a mí mismo. Cuando llega la noche y escribo mi Diario me pregunto siempre si durante el día he tomado parte en los duros trabajos del evangelio o me he limitado a sólo  los que me resultan fáciles.

Este sábado, nuestra diócesis, tan necesitada de vocaciones, cuenta con un nuevo sacerdote: Aday Josué García Jiménez, natural de La Montaña de Gáldar.  El obispo le impondrá las manos y le encargará una parcela de la diócesis  para que la cuide y la quiera y la trabaje y aprenda. Seguro que Aday estará feliz de responder a la llamada del Señor y con ganas de comerse el mundo. Eso me gusta.  Todo el tiempo será poco.  Evangelizar es una urgencia.  Hay que buscar tiempo para orar  y para celebrar la eucaristía. Pero también tiempo para estar con la gente a la que te envíen.  Me gustaría, Aday, que seas un cura de la calle. La calle es un segundo seminario. Lo necesitamos.

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