Las historias de Juan
Santana
“PIEDAD”
No quisiera que nadie pensara
que por el título que he puesto a este documento, es porque quiero pedir
clemencia, ya que me centro tan solo en lo que me sugiere dicho nombre, el cual
ya no se utiliza como antaño.
Y es que la afirmación de que somos como
máquinas no resulta nada descabellado, porque a veces sucede que al escuchar
una sola palabra, esta actúa como una clave, la cual activa en nuestro cerebro
una serie de vivencias y cosas con la que puedes compararlas, siendo este mi
caso con la citada palabra “piedad”.
Pensamos que “piedad” es algo
que deben tener con nosotros y ya está, pero lo de que debamos tenerla con los
demás, eso ya es otro cantar, poniendo condiciones para ello, aunque no la
ponemos para con nosotros.
Ya dice el refrán popular que
“no es lo mismo predicar que dar trigo”, por lo cual exigimos tan solo a los
demás, pensando que nosotros tenemos más derecho que el prójimo, pues ¡faltaría
más!
Es por eso que la piedad es relativa, porque ante un mismo caso, solemos cambiar nuestra opinión si la persona que la pide es de raza blanca o no lo es, también si es de aquí o por el contrario es inmigrante, en cuyo caso ni siquiera se nos ocurre plantearnos la posibilidad de pensarlo.
Es por eso que la piedad es relativa, porque ante un mismo caso, solemos cambiar nuestra opinión si la persona que la pide es de raza blanca o no lo es, también si es de aquí o por el contrario es inmigrante, en cuyo caso ni siquiera se nos ocurre plantearnos la posibilidad de pensarlo.
En ninguno de los casos
debemos confundir la piedad con la condescendencia, porque podríamos caer en el
error de perdonar al que se extralimite en sus funciones.
Es por eso que pienso que lo
de ser juez es algo complicado, al no tener nunca la certeza de saber si
nuestro veredicto es el más correcto.
Para la mayoría de los
católicos, cuando acudimos a misa, decimos: “Señor ten piedad; Cristo ten
piedad”, pero en este caso se puede decir que pedimos, pero no practicamos la
caridad, por el sencillo hecho de que pedimos la piedad sin que se nos impongan
condiciones, cosa que no hacemos cuando nos la piden.
Con esto no quiero
generalizar, pero todos y cada uno de nosotros deberíamos indagar en nuestro
interior si la damos con la misma facilidad que la pedimos.
En conclusión, que al pedir
algo, nos tendremos que poner en el lugar del otro, preguntándonos si nosotros
seremos capaces de dar en el caso de que se nos pida algo que sí tengamos.
Juan Santana Méndez
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