Las historias de Juan
Santana
LAS ANTIGUAS CABINAS
En
Arinaga, antes de que todos pudiésemos disfrutar de un teléfono en casa, la
entonces llamada: “Compañía Telefónica Nacional de España” instaló primero una
cabina en la calle principal, que al ser insuficiente, pusieron otra al lado de
la primera.
En
un principio tenían rueda para marcar el número de teléfono, pero después
pasaron a ser de teclas, porque a mí me sucedió que en una ocasión en la que
tuve que llamar a Las Palmas de Gran Canaria, cuando entré en la cabina, lo
primero que hice fue poner las monedas en la ranura larga, luego me dispuse a
marcar el número deseado, pero cual fue mi asombro al descubrir que la rueda
giratoria donde están los números del 1 al 0 no estaba. Ignoro como la pudieron
quitar, pero el caso es que no estaba.
Por eso tuve que esperar que se desocupara
la otra para poder llamar.
También
tuve noticia de que en el Cruce de Arinaga y cada vez que hacían baile los sábados,
el teléfono de la pequeña cabina que estaba junto a la iglesia era saboteado,
cortándole el cable del auricular y dejando este un par de calles más abajo.
Entonces,
Telefónica decidió poner el cable del auricular forrado con metal, para así
paliar los cortes, pero además puso el teclado con botones, evitando
reparaciones por gamberradas.
Pero
centrándome en la playa, otro incidente que pude ver le sucedió a una señora
que entró en la cabina para llamar. Todos sabíamos que el piso metálico estaba
levantado cerca de la puerta, por lo que tan solo teníamos que pisar para
agacharlo, dejando la puerta con todo su recorrido y poder abrirla, porque era
algo que teníamos asumido.
Pero esta señora, que no
era del pueblo, al finalizar su llamada se dirigió a la puerta, aunque por más
que tiraba, la puerta no se abría.
Al verla tan desesperada,
los que estábamos fuera le gritábamos que pisara junto a la puerta, pero fue
inútil.
Y es que la señora estaba
tan angustiada que solo tiraba y tiraba de la “manecilla”, hasta que por fin
acertó a poner su pie en el lugar que le indicábamos, abriéndose la puerta y
poco menos que salió de allí corriendo.
Estoy seguro que la
próxima vez que tuviera que hablar por teléfono pondría a otra persona
sujetando la puerta para que se mantuviera abierta, pero con el paso de los
años quedarían agradecidas al nuevo tipo de cabinas, al aire libre, que la
empresa instaló por toda España.
Juan Santana Méndez
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