miércoles, 10 de febrero de 2016

Las historias de Juan Santana

LAS ANTIGUAS CABINAS

En Arinaga, antes de que todos pudiésemos disfrutar de un teléfono en casa, la entonces llamada: “Compañía Telefónica Nacional de España” instaló primero una cabina en la calle principal, que al ser insuficiente, pusieron otra al lado de la primera.

En un principio tenían rueda para marcar el número de teléfono, pero después pasaron a ser de teclas, porque a mí me sucedió que en una ocasión en la que tuve que llamar a Las Palmas de Gran Canaria, cuando entré en la cabina, lo primero que hice fue poner las monedas en la ranura larga, luego me dispuse a marcar el número deseado, pero cual fue mi asombro al descubrir que la rueda giratoria donde están los números del 1 al 0 no estaba. Ignoro como la pudieron quitar, pero el caso es que no estaba. 

    Por eso tuve que esperar que se desocupara la otra para poder llamar.  

También tuve noticia de que en el Cruce de Arinaga y cada vez que hacían baile los sábados, el teléfono de la pequeña cabina que estaba junto a la iglesia era saboteado, cortándole el cable del auricular y dejando este un par de calles más abajo.

Entonces, Telefónica decidió poner el cable del auricular forrado con metal, para así paliar los cortes, pero además puso el teclado con botones, evitando reparaciones por gamberradas. 

Pero centrándome en la playa, otro incidente que pude ver le sucedió a una señora que entró en la cabina para llamar. Todos sabíamos que el piso metálico estaba levantado cerca de la puerta, por lo que tan solo teníamos que pisar para agacharlo, dejando la puerta con todo su recorrido y poder abrirla, porque era algo que teníamos asumido.  

     Pero esta señora, que no era del pueblo, al finalizar su llamada se dirigió a la puerta, aunque por más que tiraba, la puerta no se abría.
Al verla tan desesperada, los que estábamos fuera le gritábamos que pisara junto a la puerta, pero fue inútil.

Y es que la señora estaba tan angustiada que solo tiraba y tiraba de la “manecilla”, hasta que por fin acertó a poner su pie en el lugar que le indicábamos, abriéndose la puerta y poco menos que salió de allí corriendo.

     Estoy seguro que la próxima vez que tuviera que hablar por teléfono pondría a otra persona sujetando la puerta para que se mantuviera abierta, pero con el paso de los años quedarían agradecidas al nuevo tipo de cabinas, al aire libre, que la empresa instaló por toda España.

Juan Santana Méndez




  

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