Escribe Paco Mira
SI ES LO ÚLTIMO QUE SE PIERDE, POR FAVOR... ¡CUIDÉMOSLA!
La vida nos sigue ofertando posibilidades. La vida se busca el
camino para que el hombre no se quede sin la opción de poder llevar a cabo
aquello que anhela dentro de las maneras adecuadas. En este maravilloso marco,
la Iglesia, nuestra Iglesia, levanta el telón del adviento, levanta las ganas
de insuflar lo último que dicen que se pierde que es la esperanza. ¡Que bonita
palabra!. Esperanza, lo que no es pero se anhela, lo que quiero pero todavía no
poseo, pero que sin embargo me hace vivir en una tensión constante.
Quizás es lo que nos falte a los
cristianos de a pié: la tensión constante para mantener siempre viva la llama.
Vivimos momentos convulsos, de incertidumbre, casi de tiempos apocalípticos no
reflejados en la Biblia con la claridad que están ocurriendo, pero a lo mejor
anunciados en alguno de los evangelios como el caso de Lucas. Quizás estos
tiempos convulsos nos estén llevando a los cristianos a agazaparnos y a no ser
capaces de dar razón de nuestra esperanza. Quizás los tiempos que corremos son
tiempos de profunda crisis de identidad y que más que nunca tendremos que
apelar a la valentía que decimos que nos caracteriza.
El Papa Francisco viajó estos días a la
tierra de la esperanza. Viajo a la tierra de la pobreza. Viajó a encontrarse
con el pobre y el desvalido, con quien no tiene nada y por eso todo lo espera,
porque sus corazones están atentos a recibir aquello que le llena de vida. El
pobre, el humilde, el sencillo es el que es capaz de no tener su corazón
ocupado en aquello que no le conviene, por eso es capaz de dar razón de aquello
que espera.
Hemos acabado el año, litúrgico, claro.
Quizás es la mejor manera de echar un vistazo, a lo mejor de reojo y ver lo que
hemos podido hacer y lo hemos dejado pasar. No se trata de tomar las uvas,
porque litúrgicamente no corresponde, pero sí de comprobar que hace exactamente
un año pedíamos un montón de deseos, sobre todo mirando a una ciudad como la de
Belén, donde se iba a producir un acontecimiento único y casi inexplicable.
Por eso es el momento de tener la mente
fría, corazón caliente, para no quedarnos mirando hacia atrás. Es el momento de
no tener, como dice Lucas (Lc 21,25) en su evangelio de este fin de semana, la
cabeza embotada, no vaya a ser que se nos eche encima aquel que dijo que estaba
cerca. Hoy en día los acontecimientos no nos llevan a tener la mente despejada,
pero nuestro mensaje tiene que ser de todo lo contrario.
En la vida que nos ha tocado vivir no
hay caminos maravillosos, sino caminantes inigualables. Gente que nos da la
mano y a veces sin pedirla; gente que desde el anonimato quiere vivir la misma
experiencia que nosotros y que nos pide que no seamos pesimistas, sino todo lo
contrario, que les ayudemos a llevar la esperanza que les da ánimo en la vida.
El adviento es un tiempo que no solo
nos invita a la esperanza, sino a la búsqueda de la verdad. Es un tiempo
maravilloso, es un tiempo en el que Dios quiere salir al encuentro de cada uno
de nosotros para, precisamente, caminar con nosotros. No le demos la espalda, no soltemos la mano
del que nos invita a recorrer el mismo camino que nosotros.
La esperanza es lo último que se
pierde. Seamos capaces de cuidarla; seamos capaces de alimentarla; seamos
capaces de decirle al mundo que lo que nosotros esperamos tiene sentido y
creemos en ello. Vaya mi recuerdo para los que han celebrado esta semana la
jornada de sensibilización de personas sin hogar. Con nosotros a su lado, su
esperanza puede ser mayor.
Felicidad en el adviento.
Hasta la próxima.
Paco Mira
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