Escribe Paco Mira
SABER MIRAR A LA CARA
¡Cómo pasa el tiempo: ya estamos en Noviembre!. El tiempo, como
la vida, es implacable: no vuelve atrás ni para coger impulso. Quizás también
sea bueno, de vez en cuando mirar de reojo, no vaya a ser que se nos hubiese
caído algo y hay que recogerlo. A lo mejor hay que recoger aquello que nosotros
mismos hemos tirado, queriendo o sin querer.
Hoy el evangelio - como siempre - nos
vuelve a dar una bofetada. Jesús es una persona implacable en sus afirmaciones,
en sus gestos y sobre todo en su vida diaria. Hoy Jesús calla, observa, mira y
lo más probable es que no juzgue, sino que sean los propios protagonistas de la
historia los que nos juzguen desde el silencio
a nosotros.
La vida, a veces, aún siendo hermosa y
bella, es implacable. A lo largo de la historia quizás no haya sigo justa con
algunos: en la antigüedad el ser viuda era estar condenada al fracaso. En una
sociedad machista, el quedarse sin marido, era símbolo de ser expulsada de una
comunidad con todo lo que conllevaba eso: perdida de dignidad, de derechos, de
autonomía.... ser expulsada era dejar atrás ilusiones, anhelos, alegrías,
esperanzas.... y ser expulsada era estar dispuesta a insultos, bochornos, malas
miradas, desprecios... triste pero cierto.
¡Qué raro que nosotros, ciudadanos del
siglo XXI critiquemos dentro y fuera de nuestros templos!. A veces da la
impresión que los que estamos dentro somos los mejores, los intocables, los
únicos, los verdaderos, somos... los escribas, somos los que iban al templo con
los mejores trajes para que la gente los viera y somos los que echamos en los
cepillos y colectas para que la gente vea que cumplimos con la obra de
misericordia, ayudar a la Iglesia en sus
necesidades. Claro, quizás nos estemos olvidando que puede que la Iglesia
se atienda sola y que nosotros nos olvidamos que el que tenemos al lado tiene
nombre y apellido y quiere que le miremos a la cara.
La viuda que se acerca al templo nos da
una lección. Una lección de humildad. Hace una semana leíamos las
bienaventuranzas, ahora la humildad se hace carne en el ejemplo de una viuda.
¡Cuántos hoy se acercan, desposeídos, andrajosos, quizás mal olientes....a
nuestros templos y cambiamos de banco o mal juzgamos las intenciones de sus
limosnas!. Quizás no sea mucho lo que echan, pero lo hacen de lo que a nosotros
quizás nos falte, desde el corazón. Tenemos que mirar más hacia el interior y
no quedarnos con lo externo. Es curioso como el texto de Marcos (Mc 12,38) dice
que Jesús, sentado, observaba a la gente. Tenemos que mirar más a los hermanos.
Sin duda, saber mirar es también saber amar. Quien no mira desde el interior
hacia el interior no ama interiormente.
Pero saber mirar y amar es saber
valorar. Jesús valora el coraje de aquella pobre viuda que quizás tenía
denegado el acceso al templo, precisamente por ser viuda. ¡ Cuántas ordenes
damos nosotros!. Cuantas ordenes damos los que estamos dentro y no justificamos
las mismas. Cada uno de nosotros tiene su propia manera de generar vida en la
vida. Nosotros no somos quienes para decirles que se equivocan.
Y quizás unas de las características
más importantes es que la viuda da de lo que tiene, comparte lo es. No comparte
de lo que le sobra, comparte su propio ser, puesto que no está el horno para
muchas florituras. ¡Cuántas disculpas baratas nos da la crisis!. Es verdad que
la crisis no da para mucho juego, pero tampoco
es una disculpa para lavarnos las manos. La viuda es un ejemplo a
seguir, los desahuciados también nos dan lecciones, nosotros qué hacemos?
Hasta la próxima.
Paco Mira
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