Escribe Paco Mira
LOS SANTOS
TAMBIÉN VIVEN
Y CORREN
TAMBIÉN VIVEN
Y CORREN
Casi sin tiempo, pasamos del miedo, de las brujas, de los
aquelarres, de los conjuros...a los cementerios, a las flores, a los recuerdos
nostálgicos de tiempos que quizás fueron mejores y de personas que nos marcaron
la vida de una manera inmejorable. Creo que no aprendemos nunca: nos recreamos
más en las miserias propias y ajenas que en los beneficios, beneplácitos y
bienaventuranzas de todos y cada uno de los presentes.
Me da la impresión, y en eso en la
Iglesia quizás hayamos tenido mucha culpa muchos de nosotros, nos hemos
recreado en un Dios de difuntos, de muertos, de flores, de coronas que nos
recuerdan personas, de pésames, de funerales.... más que en un Dios que camina
y acompaña a los que estamos en este mundo, de un Dios que ama y quiere que
todos y cada uno de sus hijos se salven, de un Dios que tiene un guión
programático que más quisiéramos para el 20 de Diciembre. De un Dios que abraza
y quiere, de un Dios revelado y no oculto y tenebroso.
Un programa que a nadie le interesa:
felices los pobres; felices los que
promueven la justicia; felices los que son limpios de corazón (¿en política hay
muchos?), felices los que tienen hambre y sed de ser justos con los demás,
etc... un maravilloso programa de un Dios que no es un brujo, de un Dios que no
es justiciero, de un Dios que no se recrea en la muerte de nadie. Incluso creo
que es un programa que podría ir en la agenda de cualquier partido político.
Los santos no son solamente aquellos
que son de escayola o de madera; los santos no son los de una imaginería
importante de una escuela de escultores de alta alcurnia; los santos no son los
que solamente tienen un hueco en el calendario.... los santos son aquellos
hombres y mujeres que dejando huella en la historia nos invitan a caminar por
ellas. Los santos son los que desde el anonimato personal nos invitan al
programa de las bienaventuranzas y son los primeros que las cumplen. Los santos
son aquellos que con su labor diaria y callada son capaces de contagiar la alegría
de una buena noticia llamada Evangelio.
Por eso no necesitan estar muertos. El
muerto no mueve ni promueve. El muerto no es capaz de motivar y reavivar el
entusiasmo. El vivo es el que es capaz de oír la voz del que dice tuve hambre y
me diste de comer, estuve enfermo y me visitaste, estuve triste y agobiado y me
has escuchado y animado; necesitaba una compañía silenciosa y allí estabas
tú.... ¡cuántos santos hay en la vida a los que no conocemos y que no tienen un
día en el calendario!.
¡Qué mejor santidad que la que empieza
en casa!. Lo más probable es que siempre nos acordemos de las riñas, de las
broncas ... de los más cercanos, quizás de mamá y de papá... pero no nos
acordamos de las noches en vela, de las angustias para que no nos enteremos de
las penurias para llegar a fin de mes, de las llamadas a los médicos y el
acompañamiento a los mismos.... ¡cuánta santidad escondida en mi casa y yo sin
enterarme!
¡Cuántos santos están cayendo en las
fronteras que se cierran porque nos hemos pasado en el cupo que nos corresponde
olvidándonos que no tienen peana, pero que son ejemplo de búsqueda de vida y de
felicidad como bienaventurados que son!.
¡Cuántos santos se están quedando en
las vallas, cada vez más enormes y con púas y cuchillas porque simplemente
quieren compartir con nosotros la felicidad que decimos que tenemos y que se la
pasamos por delante de las narices!
¡Cuántos santos que no quieren conocer
el paro, pero que lo viven, y sin embargo acuden a ese Dios como padre que les
abraza y les acoge en la felicidad del amor.!
Amigos, ¿podemos calcular el número de
santos?. Tú y yo todavía nos queda.
Hasta la próxima.
Paco Mira
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