viernes, 17 de abril de 2015

POCAS TITULACIONES


Escribe Paco Mira
POCAS TITULACIONES

         Me da la impresión que a veces tenemos que especificar el tipo de reuniones a las que asistimos. Se lleva, porque afecta al bolsillo, el asistir a una reunión de la comunidad de vecinos; se lleva el asistir a una reunión en el colegio de los niños, quizás por dos razones: una porque son nuestros hijos y dos porque fomenta ciertas relaciones sociales. Se lleva el asistir a una reunión del club social, por dos cosas, también: una por cómo llevan las cuentas y otra porque también fomenta relaciones sociales.

         Pues fíjense que yo también asistí a una reunión, pero eclesial, de mi parroquia y lo hago, entre otras cosas, por compromiso y por compartir (las dos empiezan por "com") con los demás aquello que apreciamos y sentimos juntos. Y en esa reunión se preguntaba que nos había parecido, cómo valorábamos lo vivido en la semana santa. Cada uno fue diciendo lo que le había parecido, pero alguien dijo: "Me pasé toda la semana santa llorando" y empezó a llorar de nuevo.

         Ustedes se preguntarán que qué nos importa lo que alguien dijo. Y es que nuestras reuniones son de lo más cotidiano, de lo más sencillo, de lo más de "andar por casa", de lloros, de risas, de chistes, de ciertas amarguras - a veces -, de ilusiones compartidas, de... infinidad de cosas. Este fin de semana,  en el evangelio de Lucas (Lc 24, 35), Jesús pregunta, "¿tienen algo para comer?".: ¡qué forma más bonita y sutil de compartir con los demás un rato del tiempo a través de la comida!.

         Y es que nuestra fe se basa no en espavientos, no en apariciones ruidosas y con voladores; nuestra fe no se basa en grandes palabras dichas por boca de nadie. Nuestra fe se basa en un pizco de pan que se parte y se reparte; Nuestra fe se basa en un sepulcro vacío y que nadie fue a una escuela rabínica para decir "Señor mío y Dios mío". Hoy, quizás los que nos piden explicaciones de nuestras creencias, son los titulados que nos quieren ver en el fondo de los arcones guardados en un rincón de un trastero. Hoy, quizás, los que nos piden explicaciones de nuestra fe, no entienden que compartiendo y repartiendo lo que tenemos y somos, estamos dando prueba inequívoca de la resurrección de una Persona sobre la que se han vertido ríos y ríos de tinta teológica.

         Es curioso como los amigos del resucitado le conocieron y se les abrieron los ojos y el entendimiento cuando se encontraron con él. Quizás a nosotros hoy en día nos falte ese encuentro personal, el encuentro cara a cara. Por eso cuando aquella persona en la reunión dijo que se había pasado toda la semana santa llorando, es que quizás había encontrado al que los discípulos no vieron cuando fueron corriendo al sepulcro. 

         Es verdad que a veces hemos presentado un Jesús demasiado alejado de la realidad. Un Jesús demasiado en las nubes alejado de los problemas y del día a día de los cristianos de a pie. Jesús sigue corriendo los caminos polvorientos de la vida, de nuestra vida. Una vida cargada de tristezas y amarguras; de saludes y también enfermedades, pero una vida bella y hermosa que quizás nos permita como el salmista decir "haz brillar sobre nosotros tu rostro".

         A veces las titulaciones nos llevan a ser fantoches de la vida; a utilizar un arma que pueda servir para herir a otros: ¡Cuántos de nosotros decimos Yo conozco a Jesús!, pero después no estamos con el triste, no estamos con el enfermo, con el encarcelado, con el que pasa hambre, con el que está injustamente encerrado, etc...

         Amigos, seamos sencillos. No presumamos de lo que no tenemos, pero demos testimonio de lo que creemos.
        
         Hasta la próxima.

         Paco Mira

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