viernes, 7 de noviembre de 2014

¡QUÉ PENA QUE NO HAYA MÁS LÁTIGOS!

Escribe Paco Mira:

¡QUÉ PENA QUE NO 

HAYA MÁS LÁTIGOS!


            Bueno, dicho así, parece que soy partidario de la violencia. Que uno es partidario de dar caña lo más posible, pero lejos de mi intención. Sin embargo entiendo que las lecturas de este fin de semana invitan a mirar a lo que le rodea a uno, y desearía coger más de un látigo y como dicen en Canarias, empezar a dar caña.

         Ante las situaciones de desencanto que estamos viendo últimamente; ante situaciones que no deberían de darse por democracia, por respeto a la mayoría de muchos que han depositado la confianza en ellos, ante corazones fríos y ambiciosos en detrimento de muchos que no tienen para llegar a fin de mes, deberíamos de coger el látigo evangélico y decir que basta ya de tanto embuste; basta ya de tanta hipocresía comercial; basta ya del abuso desmesurado de los corazones sin escrúpulos. Deberíamos de empezar a arrojar las mesas y decir que nuestra casa, nosotros… somos un templo de Dios, somos una piedra viva de su templo.

         El templo era un lugar en el que había que cambiar la moneda propia por la del propio templo, para poder así hacer la ofrenda, y a “rio revuelto, ganancia de pescadores”. Dios no es una moneda de cambio. Dios no es una transacción bancaria, …Dios es un Padre que por amor atiende y entiende a sus hijos. Da la casualidad que hoy en día , a veces, intentamos comprar, en su propia casa a Dios; intentamos comprar aquello que no tiene un precio: la fe ni se compra ni se vende: ¡cuántas veces intentamos engañar al cura de turno para que nuestro hijo haga la primera comunión!; ¡cuántas veces pasamos olímpicamente de una normativa eclesial, porque resulta que quienes son los curas para imponerme a mí cierta norma!, etc…

         No estamos entendiendo que Dios no es una moneda de cambio. No acabamos de entender que Dios no quiere ofrendas ni sacrificios, quiere la conversión de los corazones de las personas y eso no tiene precio, eso no se compra ni se vende, porque como le dirá Pablo a la comunidad de Corinto, “ustedes son edificio de Dios”.

         Este fin de semana también se celebra la dedicación de la Basílica de Letrán, símbolo de las grandes casas donde a Dios como Padre le recordamos. Que esas casas no se conviertan en nido de ladrones y cambistas, sino en lugar donde se encuentran corazones arrepentidos que vienen a la casa para encontrarse con el Padre. Nuestro Papa Francisco quiere que el aire fresco corra siempre por la casa del Padre, no cerremos las ventanas para que eso no suceda.

         Y para rematar el fin de semana que mejor que estar mancomunados; qué mejor que compartir con los pueblos de la zona por hermandad y por afinidad aquello que nos une, aquello que nos identifica, aquello que nos hace más habitables y que podemos celebrar. Que seamos capaces de ver en los que nos rodean aquellos valores que nos unen y nos identifican.

         El celebrar una feria en el sureste, supone un punto de encuentro; supone reencontrarnos con aquello que nos da nuestra propia identidad; supone abrazar y charlar con el que hace tiempo que no veo… sin duda son valores que no merecen un látigo, sino que merecen emplear un tiempo maravilloso.

         Ojalá que nuestras Iglesias, los que administran las mismas, sean el espejo y el reflejo del verdadero templo de Dios. Ojalá que los que compartimos en ellas muchos momentos de nuestra fe, sean ellas el lugar de encuentro personal y con los otros en la misericordia del Padre. Pero sobre todo disfrutemos de la visita, disfrutemos de la casa y tengamos las puertas abiertas a los que nos piden que les enseñemos nuestra casa.

         Por cierto: no nos olvidemos que a nadie se le recoge en un camión de basura, o al menos a mí no me gustaría que me recogieran así. Creo que a los que llevan corbata, tampoco les gustaría.

Hasta la próxima.

            Paco Mira

  

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