CARTA AL VIENTO
¡Qué mal cantan en esta parroquia!
Por el mes de noviembre,
en las vísperas de santa Cecilia, patrona de la Música, suelo pararme más que
de costumbre a escuchar música. Toda
clase de músicas. Este año, además, estoy leyendo un libro publicado
recientemente por el músico y compositor residente en nuestra Isla, Emilio Vicente Matéu: “La música y el canto
en las celebraciones cristianas”.
Y mientras leo al conocido
autor, me pasan por la mente muchos de los comentarios escuchados en relación a
lo que se canta en nuestras iglesias. Hace poco un amigo me mostraba su mal
humor porque había ido a misa a una parroquia diferente a la que va
habitualmente y se sorprendía de que se permitiera aquella forma de cantar y
aquellas horribles letras.
Los coros parroquiales,
que muchas veces son una buena solución, en otras ocasiones pueden convertirse en un verdadero problema litúrgico. A veces
porque cantan muy mal. O porque cantan
lo mismo durante todo el año. O porque andan variando, de novedad en novedad y
se sienten los protagonistas de la celebración. La misa no es un concierto,
aunque así parezca muchas veces en esas misas de la tele en donde invitan a una
coral para quedar bien. Quedan fatal.
Matéu, en el libro citado,
hace algunas propuestas para mejorar el canto litúrgico. Y lo primero que
propone a los encargados del canto es huir de la tentación de presunción o
vanidad. El antídoto es la humildad. Alerta también el compositor sobre la necesaria
estabilidad de lo que se canta: “No tenemos por qué pretender para las
celebraciones un cambio total de
repertorio ni cada semana, ni cada mes ni tan siquiera cada tiempo litúrgico.
Cuando nos proponemos una variedad intensa o novedosa en el canto puede
resultar tan superficial y eventual que apenas nos permita el tiempo necesario
para aprenderlo y, sobre todo, para comprenderlo”.
Cuando alguien comenta que
en su parroquia se canta mal o no se canta o se canta demasiado, hay que buscar
soluciones. No digo culpables. Digo soluciones. Porque en una comunidad todos somos
responsables de lo que marcha muy bien y también de lo que va mal. Y todos podemos aportar nuestra experiencia
como persona que canta o como persona que escucha. ¿Me ayudan los cantos de mi
parroquia? ¿Mejoraría algo? ¿Preferiría que no se cantase? ¿El canto y la
música me ayudan a la oración?
La música, todas las
músicas, son medios para expresar sentimientos. ¿Me ayudan las canciones de la
parroquia para la meditación, para dar gracias, para bendecir, para pedir?
Mi felicitación a todas
las personas que con sus voces o instrumentos echan una mano para que las
celebraciones religiosas sean dignas y participadas. Mi felicitación a quienes
colaboran con sus propuestas a que se
cante mejor en nuestras parroquias. Y mi felicitación a Emilio Vicente Mateu,
murciano afincado en Gran canaria, por este interesantísimo libro que le ha
editado el Centro de Pastoral Litúrgica
de Barcelona. Creo que si le hacemos canto
dejaremos de escuchar esa queja tan oída
en muchas parroquias: ¡Qué mal cantan en esta iglesia!
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