EN EL DÍA
DE LA CRUZ,
DÍA
DE LA VIRGEN
DE LOS DOLORES
DE LOS DOLORES
Este Cristo de la foto que les
muestro tiene su historia.
Todo empezó hace muchos años. Hacía poco que me
habían ordenado sacerdote y estaba de cura en Lanzarote. Un día, en medio de un
montón de escombros, descubrí un Cristo sin cruz. Y no un Cristo completo. Le
faltaba un brazo. Cogí aquel "trozo" de
crucificado sin cruz y desde entonces me acompaña. Al principio quise hacerle
una cruz, pero ninguna me gustaba. Realmente, las cruces, si son de verdad,
nunca gustan. Poco a poco me fui acostumbrando a mi Cristo sin cruz.
Pero, ¿qué hacer con las cruces que había buscado para la imagen mutilada de
Jesús?
Así empezó mi colección. Ahora tengo unas quinientas
cruces, de casi todos los tamaños. Pienso que están significando unas
quinientas auténticas cruces de las que debo responsabilizarme. Algunas las descubrí en Bolivia y Guatemala, otras aquí en mi tierra. Cruces de
enfermedad, de violencia, de miseria, de soledad, de dolor, de
tristeza... Colecciono los dos tipos de cruces. Unas me recuerdan a las otras.
Cuando en mi casa del Burrero contemplo las paredes llenas del signo con el que
más me identifico, pienso en Jesús. Todas esas cruces son las de Jesús. Él está
desclavado y destrozado porque su cruz está repartida por todo el mundo. A mí,
a todos, nos toca ser un trocito de esa cruz. Todos somos “lignum crucis”.
Con estos pensamientos estuve esta tarde.
Sigo coleccionando cruces: las que me traen mis amigos al regresar de algún
viaje. Y las que voy encontrando a mi paso por la vida, De Malawi o de Galicia.
De Teror o de Lanzarote. Y mis propias cruces personales. Cruces. Ojalá pueda
ayudar a cargar alguna de ellas.
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