sábado, 19 de abril de 2014

PASCUA 2014




PASCUA 2014

Carta del Párroco de Arinaga 

y Cruce de Arinaga
            
            Me alegra mucho compartir con ustedes este Día Grande de los que creemos en Jesús. Aunque no esté presente, lo estoy viviendo con ustedes  igual que he vivido esta larga cuaresma que me ha tocado.
            Si recuerdan, todos los años en las Fiestas de Pascua he invitado a  alguna persona de la comunidad a contarnos su testimonio de vida cristiana. Hace mes y medio, como sabe la mayoría de ustedes, ingresé en el Hospital Insular. A medida que pasaban los días, yo me ilusionaba pensando que hoy iba a estar aquí con ustedes y celebraríamos juntos esta gran fiesta. Y en este  ambiente de familia, yo les contaría lo que he vivido y cómo lo he vivido. No ha sido posible, pero me ilusiona mucho poder contárselo ahora, aunque no sea de viva voz, pero sí con esta carta que escribo desde el corazón.
            Voy a empezar con una anécdota simple. Hace  quince días, la enfermera que me atendía,  se sorprendió y me dijo:
-“Tienes un tatuaje en la espalda, de la cruz de Jesús”
            Yo me sonreí pensando que era una broma suya y entonces también ella cayó en la cuenta de que había pasado toda la noche acostado sobre la pequeña cruz que llevo al pecho. Y efectivamente, parecía un tatuaje. Esta anécdota me hizo pensar en muchas cosas. ¡Ya me gustaría a mí tener tatuado en mi vida a Jesús!

            Estar en el Hospital, me ha hecho valorar a muchas personas y muchas cosas que a veces uno no tiene en cuenta suficientemente. En este sentido, creo que la cuaresma del Hospital me ha ayudado a convertirme y mirar más en positivo. Me dan ganas de darle gracias a Dios en primer lugar por la familia. Su sacrificio, el apoyo, la presencia constante, etc.
            La Parroquia y los amigos han estado en todo momento en mi memoria y en mi corazón. Sé que ustedes han estado pendientes de mí y me han dado el ánimo que en cada momento necesitaba, con sus saludos, mensajes y sobre todo su oración.

Y los trabajadores del Hospital. He estado en la planta 8-Sur y en la Unidad de Cuidados Intensivos. En todo momento me he sentido cuidado, querido, tratado no anónimamente sino llamándome por mi nombre; ningún mal gesto y mucha paciencia. Por si fuera poco, palabras de ánimo y comprensión. Les estoy totalmente agradecido.
            A pesar de todo, quiero ser sincero. Sin llegar al desánimo, a veces lo he pasado francamente mal. Ha sido en esos momentos en los que he rezado más y sin embargo, es cuando más me ha costado rezar. Porque no he pedido a Dios tanto por mi salud sino que se haga lo que Él quiera. Se lo he dicho de corazón,  pero al mismo tiempo preguntándome:
-¿Suso, sabes lo que estás pidiendo a Dios?
-Sí.  Sí que lo sabía. Ésta era mi oración.

“Padre, me pongo en tus manos.
Haz de mí lo que quieras.
Sea lo que sea, te doy las gracias.
Estoy dispuesto a todo.
Lo acepto todo,
Con tal de que tu voluntad se cumpla en mí.
Porque tú eres mi Padre”

            Esta experiencia que les cuento me ha dado muchas satisfacciones. Por mi mente estos días han pasado los nombres de cada uno de ustedes. He tenido mucho tiempo para recordarles y alegrarme de tenerles como amigos. He tenido conversaciones con muchos trabajadores del Hospital donde hemos compartido vivencias, problemas religiosos, familiares y también me he sentido cura aquí, como Eusebio y Octavio que me visitan cada día. Un amigo no-creyente me decía: “Creo que no he rezado desde niño pero esta vez, he rezado por ti”. Y aquí, en medio del libro del Evangelio, mi compañero de cada día, guardo la cruz que algunos niños me han enviado, los dibujos y mensajes. Me emociona contemplarlos.

            Y ahora es Pascua y vislumbro un tiempo, el que sea,  en el que quiero vivir con más plenitud la resurrección de Jesús. Estoy débil,  todavía me queda tiempo para recuperarme, pero sé que voy a sentirme más feliz que nunca en la Parroquia. Me ilusiona ser mejor persona y mejor cura.             Me gustaría seguir compartiendo esos momentos inolvidables con los jóvenes en la Parroquia, siempre alegres, siempre cariñosos  y que me transmiten mucha felicidad. No concibo mi vida de cura sin las sonrisas, canciones y alegría de los niños en la misa del domingo. Me gustaría acompañar mucho más a los catequistas y animadores de jóvenes, a los grupos de Cáritas con el valioso trabajo que realizan, valorar el trabajo constante de los que están en liturgia, de los que siempre están dispuestos a todo y tienen una palabra de ánimo o de disculpa para los otros.

            Quiero agradecer el trabajo de los compañeros sacerdotes. En especial, Mederico y Juan Jesús que me han dado la tranquilidad de saber que la parroquia estaba en las mejores manos.

            Les animo a vivir con mucha alegría esta Pascua. Ojalá el mensaje de Jesús en esta Pascua quede tatuado en nuestro cuerpo y nuestro corazón. Que se note que somos hermanos, que todos buscamos lo mismo y por eso nos apoyamos, nos perdonamos y trabajamos para que nuestra Comunidad sea un ejemplo de la Comunidad que Jesús nos propone.

       Cuando termine la misa celébrenlo como mejor sepan: canten, bailen, jueguen, diviértanse……. No me verán porque no estaré ahí, pero les aseguro que, en una cama del hospital, lo estoy celebrando con ustedes. Siempre les he querido. Pero permítanme decirles  que hoy, un poquito más. ¡FELIZ PASCUA DE RESURRECIÓN!
                                  
             19 - 20 de abril de 2014
              Jesús Vega Mesa
              susovega@hotmail.com

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