Escribe Paco Mira:
BUENO,
TANTO ROLLO Y ¿AHORA QUÉ?
Tengo un amigo con el que de vez en
cuando dialogo temas un poco más serios que el fútbol, la tele o alguna noticia
del periódico. Temas como pueden ser los religiosos. Y esta semana, hablando de
la semana santa, él me decía el título de estas letras: “bueno Paco, tantas vacaciones, tanta parafernalia con las procesiones,
tanto bombo y platillo en la tv con el Papa o el cardenal Rouco y….¿ahora qué?”.
La verdad, les he de confesar que la pregunta me dejó, no sólo temblando, sino
pensando. Es verdad y ¿ahora qué?
Este fin de semana, las lecturas y
los acontecimientos que nos pueden ocurrir, quizás dejen con la boca abierta a
mi amigo o quizás, también, puede ser que le den la razón. Mi amigo no se llama
Tomás, pero el nombre es lo de menos, es la persona la que pregunta igual que
mi amigo, igual que Tomás, incluso gente que normalmente comparte nuestras
eucaristías, no solo los domingos, sino a diario.
Este fin de semana, Juan el
evangelista, nos cuenta que los discípulos estaban con las puertas cerradas por
miedo. A veces me interrogo si nosotros, después de dos mil años todavía no
hemos abierto las puertas y eso que siempre nos estamos quejando. Parece como
si los que tienen que abrir las puertas son otros (en el Vaticano por ejemplo)
y eso no va con nosotros. Da impresión o ha dado la impresión que nosotros
somos los poseedores de la verdad y de “aquí no se escapa nadie”. El evangelio
no está dentro, está fuera. Los periódicos no se quedan en las redacciones,
sino que salen a la venta a la calle.
La Buena Noticia tiene que estar en
la calle, en las plazas de los pueblos, tiene que llegar a las gentes de todos
los lugares. No puede quedar encerrada por miedo a nadie: no sería ni noticia
ni buena. Todo anuncio gozoso tiene el riesgo de ser criticado, vapuleado,
maltratado… no importa, para ello hemos encendido un cirio pascual que nos
recuerda que la luz que va delante es la que alumbra y es a la que hemos de
seguir.
Y sin duda el gran personaje es
Tomás. Esa persona que quizás no estuviera cuando debiera porque a lo mejor las
ocupaciones laborales, la familia… no se lo permitía. Por eso no quiere que
nadie le cuente nada, quiere experimentar él mismo la Pascua, quiere sentir él
mismo el acontecimiento central de nuestra fe. Quizás Tomás no se fiara de lo
que los demás le contaban, porque a lo mejor su testimonio no era auténtico. El
necesitaba tener el encuentro personal con Jesús.
Por eso mi amigo, el del rollo,
quizás se asemeje más a Tomás. Quizás nosotros no somos los más adecuados para
decirle a los demás que el sepulcro está vacío, porque nosotros no hemos ido
corriendo a encontrarnos con esa experiencia maravillosa. Abramos las puertas,
gritemos, aún a pesar de las críticas, que lo que hemos vivido estos días sigue
mereciendo la pena.
Precisamente este fin de semana se
celebra el encuentro diocesano de jóvenes con el Sr. Obispo. Sí, esos jóvenes a
los que tanto criticamos que no se les ve por la Iglesia. ¿No será que nosotros
tenemos las puertas cerradas a sus inquietudes, a sus demandas, a su forma de
entender la vida, a sus afanes a sus ilusiones….? Quizás nosotros tengamos que
decirles “traigan sus manos”, esas
manos jóvenes para abrir los portones de la cerrazón de los mayores; esas manos
jóvenes que sienten como suyas el sufrimiento de tantos Cristos crucificados,
pero sobre todo resucitados. Esas manos jóvenes que quieren aportar savia nueva
a la nueva Iglesia del Papa Francisco.
Amigos, arropémosles, ayudémosles,
oigámosles, tendamos nuestras manos para que juntos con las de ellos podamos
responder a la definición de Jesús, “Dichosos
los que crean sin haber visto”. Que nuestro ejemplo del fin de semana sea
para toda la vida.
Pronta recuperación para los
enfermitos.
Hasta la próxima.
Paco Mira
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