FALLECIÓ
ANITA LÓPEZ MARTEL,
DE 100 AÑOS,
ANITA LÓPEZ MARTEL,
DE 100 AÑOS,
LA PERSONA MAS ANCIANA
DE LA PARROQUIA
DE LA PARROQUIA
Me gustaría decir a la familia de Anita algo que puede sonar mal en un entierro. Me gustaría decirles que estoy contento. Que siento la alegría de haber conocido, tratado y querido a Anita como si fuera parte de mi familia. Añado rápidamente que a la gente de la parroquia y del pueblo las quiero como de la familia.
Pero Anita ha sido una ejemplar abuela de Espinales y de Cruce de Arinaga. Una ejemplar feligresa de la parroquia. Hace algo más de cinco años, cuando la visité por primera vez, ya me impresionó. Tengo que decir de ella que era una mujer sabia, aunque no supiera leer ni escribir. Era la Sabiduría aprendida en la vida, en los enormes sacrificios de su infancia y adolescencia en Guayadeque. La sabiduría de saber observar el mundo y a la gente con afecto, con reflexión. La sabiduría que da saber de Dios no por lo que ha leído sino por las experiencias vividas.
Anita López fue una buena consejera, siempre dentro de su forma de ver la vida valorando el respeto a los demás y el respeto a Dios. Cuando la visitaba expresaba siempre una sonrisa amplia, una alegría que no podía ocultar. No era una alegría falsa ni porque fuera yo. Era la alegría de saber que yo le llevaba la comunión, “a Padre Dios” como ella decía. La fe le producía alegría. Qué pena que mucha gente identifique religión con amargura o tristeza. Todo lo contrario. El ser cristiano añade alegría a lo que ya tengamos en nuestra vida.
Pero Anita ha sido una ejemplar abuela de Espinales y de Cruce de Arinaga. Una ejemplar feligresa de la parroquia. Hace algo más de cinco años, cuando la visité por primera vez, ya me impresionó. Tengo que decir de ella que era una mujer sabia, aunque no supiera leer ni escribir. Era la Sabiduría aprendida en la vida, en los enormes sacrificios de su infancia y adolescencia en Guayadeque. La sabiduría de saber observar el mundo y a la gente con afecto, con reflexión. La sabiduría que da saber de Dios no por lo que ha leído sino por las experiencias vividas.
Anita López fue una buena consejera, siempre dentro de su forma de ver la vida valorando el respeto a los demás y el respeto a Dios. Cuando la visitaba expresaba siempre una sonrisa amplia, una alegría que no podía ocultar. No era una alegría falsa ni porque fuera yo. Era la alegría de saber que yo le llevaba la comunión, “a Padre Dios” como ella decía. La fe le producía alegría. Qué pena que mucha gente identifique religión con amargura o tristeza. Todo lo contrario. El ser cristiano añade alegría a lo que ya tengamos en nuestra vida.
Y esa es la alegría que yo decía
al principio. Me alegra poder despedir a
una persona buena, creyente, alegre, animosa, sabia, humilde…
Su familia también tiene que estar contenta porque ustedes siempre la
respetaron, la escucharon, hicieron cuanto pudieron por ella. Han sido un
ejemplo para todos nosotros. Los ancianos no son personajes de tercera clase.
Ellos lo dieron todo por nosotros. Nosotros tenemos también que dárselo todo a
ellos. También la parte espiritual. Los mayores necesitan unos cuidados
especiales y la atención espiritual es también muy importante, sobre todo cuando
los mayores la reclaman. Por eso me sentí dichoso ayer cuando pude estar junto
a ella justo en ese momento en el que
dejaba esta tierra en su casa de Espinales,
para ir a la otra Tierra que ya ella deseaba, a la casa de Padre Dios.
La familia sabía que ese era su deseo y por eso una vez más haciéndole caso,
tuvieron el hermoso detalle de llamar al sacerdote.
Hay otros muchos detalles de la vida de Anita que he ido conociendo en
estos años y que hablan del alma tan grande que tenía: El niñito que se le
murió y por el que siempre lloró,
incluso hasta hace unos meses. Los años que iba cumpliendo y siempre diciendo
que esta no era su Patria definitiva, las muchísimas oraciones aprendidas y
recitadas con enorme fe, el cariño a los vecinos…y tantas cosas más.
Sentimos pena de su marcha, Anita. Pero estamos contentos porque, como
dice el Apocalipsis, va usted a un Mundo nuevo donde ya no hay llanto, ni
dolor, ni muerte, ni enfermedad. Sentimos pena porque ya no podemos escuchar
sus sabios consejos y ver su ejemplo de mujer fuerte y mujer cristiana. Pero
nos alegra saber que usted desde el cielo sigue con nosotros. Gracias por todo
lo que nos ha enseñado y nos sigue enseñando.
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