sábado, 6 de octubre de 2012

CARTA AL VIENTO
LA HOMILÍA DEL DOMINGO



     Hace años, un compañero y amigo llamado Felipe Bermúdez, tuvo una feliz ocurrencia: Formar un grupo de personas que irían cada domingo a diferentes parroquias para participar en la liturgia y hacer una crítica de lo que allí se dijera. La idea me resultó interesante pero a otro muchos compañeros no les gustó en absoluto. Tal vez por eso, la experiencia sólo duró unas cuantas semanas.

     Hay domingos que no resulta nada fácil a ningún cura comentar las lecturas bíblicas que se leen. Porque es un texto difícil o porque el tema es muy delicado. Si uno fuera a cinco misas celebradas por diferentes sacerdotes, escucharía probablemente también cinco versiones diferentes de un mismo texto evangélico. Por ejemplo este pasado domingo, se leía un fragmento del evangelio de Lucas con estas palabras:
 
“-¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?

- Moisés permitió divorciarse dándole a la mujer un acta de repudio.

Respondió Jesús: Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.”
 
     ¿Cómo se enfrentará un cura a textos como estos para explicarlos en la misa?
 
     El pasado domingo, recordando al amigo Felipe, repetí la experiencia y pude comprobar una vez más lo difícil que resulta decir la palabra adecuada sin contradecir lo que dice el evangelio y al mismo tiempo sin que nadie se sienta rechazado ni por la palabra de Jesús ni por las palabras del sacerdote. Un grupo considerable de las personas que van a misa el domingo están viviendo situaciones de divorcio, de separaciones o de maltrato. O viviendo en pareja sin casarse. ¿Cómo plantear la homilía sin herir a nadie ni tampoco adulterar la palabra de Dios?

     Hice la experiencia de escuchar cinco homilías diferentes. En dos parroquias, los predicadores se limitaron a recordar las “normas” que rigen para los divorciados hablando con dureza de quienes no las cumplen. Pienso que no entendieron el evangelio.
 
     En otro lugar, el Padre Enrique Martínez, como si respondiera a los dos oradores anteriores, afirmó que “el evangelio no es una suma de principios morales, sino palabra de sabiduría. Cuando esto se olvida, el literalismo desemboca en el fundamentalismo” y añadió que “La “novedad” de Jesús radica en plantear la posibilidad de algo que la sociedad judía no contemplaba: que fuera la mujer la que pidiera el divorcio. Lo que eso significaba era bien simple: situar a varón y mujer en pie de igualdad. O, dicho de otro modo, desactivar el machismo que, como ocurre todavía, lleva a considerar a la mujer como “propiedad” del varón o, al menos, a su servicio.
 
     Es claro que tales actitudes machistas, insistía el cura, por más que se hubieran mantenido durante siglos, contradecían aquel primer principio bíblico que hablaba de “ser los dos una sola carne”.
     Y hubo un cuarto comentarista, el dominico canario Vicente Casañas que hizo lo que en mi opinión es lo correcto y coherente: Partir de su propia experiencia y su vivencia cristiana. Por eso empezó diciendo: “Tengo entre mis amistades a personas divorciadas civilmente. Y anulado su primer matrimonio y vueltos
a casar por la iglesia. Me ha tocado ver muchas situaciones distintas. Mis padres se separaron cuando yo era un adolescente. Bueno, nunca los vi "unidos". Me cuesta y duele hablar de este tema de la pareja. Cierto que el matrimonio tiene mil posibilidades espléndidas…”
 
     Y en esa misma línea, el dominico habló en positivo del amor y de la igualdad entre hombre y mujer.
 
     La quinta homilía del pasado domingo… La quinta pudo ser este mismo comentario. Pero esta les toca criticarla a ustedes.
 

www.parroquiasdearinaga.com
 

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