viernes, 20 de julio de 2012

Carta al viento. APALABRADOS

CARTA AL VIENTO
Apalabrados

Algunos de mis amigos están enganchados a un jueguito de los móviles que consiste en enlazar palabras a partir de unas pocas letras. Y, como suele ocurrir con los amigos, también me han contagiado de ese vicio que muchos consideran saludable. Eso espero. Aunque, la verdad, en la vida anda uno siempre enlazando letras en busca de la palabra más interesante, la que más puntos te da y huyendo de recortes. Perdón. No quise utilizar la palabra maldita. Es más, si la palabreja me saliera en un “apalabrado” renunciaría a seguir jugando. Porque por culpa de los recortes, y esto sí que no es un juego, en Cáritas sigue creciendo el número de personas que andan “como ovejas sin pastor”, buscando una palabra de comprensión y de ayuda.

Aunque me gusta el juego, prefiero hacerlo con otras palabras y, si me dieran a elegir, preferiría la Palabra con mayúscula. La que no busca quedar por encima de nadie, la que es sincera, la que produce paz. Algunas personas amigas me han comentado que, en estos momentos tan duros, están necesitando una palabra de la Iglesia, de los obispos o de los cristianos que frecuentamos los templos. En otros tiempos, a pesar de que la información era más lenta, los profetas no perdían ocasión para predicar el mensaje de acuerdo con lo que el pueblo vivía. El profeta Jeremías, por ejemplo, gritaba: ¡Ay de los pastores que dispersan y dejan perecer las ovejas de mi pueblo! Y el profeta seguía arengando incluso contra el rey David, arriesgándolo todo por ser fiel a lo que Dios le encargaba y añadía: “Suscitaré un vástago legítimo: reinará como rey prudente, hará justicia y derecho en la tierra”.

Hay palabras que duelen. Y palabras que se callan. Y palabras que animan. Y palabras vacías. Aunque haya situaciones sociales como las que estamos viviendo que dejan a uno sin palabras, no debe uno callar sino buscar la palabra más coherente y comprometida. La de más valor. Apalabrados.

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