domingo, 18 de marzo de 2012

DÍA DEL SEMINARIO: PELÍCULA "LA ÚLTIMA CIMA" Y TESTIMONIO DE DOS SEMINARISTAS


Día 19 de marzo, Fiesta de San José, patrono de los Seminarios 

  
San José es el patrono Universal de la Iglesia, patrono de la buena muerte y patrono de los seminarios. 
Fue escogido por Dios como fidelísimo guardián de los tesoros celestiales, que eran Jesús y María. 
Con fe acogió al Niño que había comenzado a vivir en el seno de María, y a ellos, a Jesús y María, les entregó su vida sin escatimar sacrificios.  
San José no llegó a ver a Jesús en su vida pública (predicación, milagros, etc.). 
No ha habido en el mundo santo más feliz ni padre más afortunado. 
¡Qué felicidad la suya al ver a su lado al Hijo de Dios!
San José es el patrono de los seminaristas.
Te invitamos a que veas aquí mismo la película "LA ÚLTIMA CIMA", la historia real de un sacerdote. Y  el testimonio de dos seminaristas. Y nuestra felicitación a los padres, a los seminaristas y a los que llevan el nombre de José o de Josefa. 



*TESTIMONIO DE DOS SEMINARISTAS DE ALMERÍA

Me llamo Jesús Peña López, tengo 14 años y estoy en elSeminario Menor de Almería.
Todo empezó cuando después de hacer la Primera Comunión en laparroquia de la Preciosísima Sangre de Jesucristo de Aguadulceme entró la curiosidad de si el Señor me llamaba al sacerdocio y empecé a ser monaguillo con mi párroco Don Ramón.
Él me hablaba de las convivencias en el Seminario, pero tenía miedo, no estaba seguro.
Después de recibir el sacramento de la Confirmación, ese mismo verano mi párroco consiguió que fuera, allí me lo pasé genial e hice nuevos amigos.
Cuando volví le pregunté a Don Ramón sobre los seminaristas menores y le dije que me gustaría ser uno de ellos, él se alegró mucho.
Cuando se lo dije a mis padres, también se alegraron, pero había un inconveniente, y es que, al ser hijo único, se iban a quedar solos, pero el Señor me dio fuerzas para seguir adelante.
Cuando entré no estaba solo porque ya conocía del campamento de verano a Miguel y a José Ángel (mis compañeros de curso).
Los primeros días son un poco duros pero cada día que pasa se va disfrutando más y ahora estoy muy contento de mi decisión.

Jesús Peña López
Seminarista
De la Revista Seguimos Caminando nº 13 Marzo 2012 Pastoral Vocacional. Seminario Almería

LA ALEGRÍA DE SENTIRSE LLAMADO
La historia de mi vocación no puede concretarse en la narración de un instante, de un momento determinado de mi vida en el que alcanzase a vislumbrar este maravilloso plan que Dios ha previsto para algunos, que es la vocación sacerdotal.
No es ésta, por tanto, la historia de un flechazo.
He tenido la oportunidad de conocer a algunos seminaristas que, en un cierto momento de su vida, han experimentado con gran fuerza e intensidad que Dios le llamaba a seguirle muy de cerca por el camino del sacerdocio ministerial, de modo que al sentir ese repentino aldabonazo de Dios que llamaba a la puerta de su alma, pudieron percibir claramente su vocación.
En cambio, mi caso ha constituido en un descubrimiento paulatino de cuál era la voluntad del Señor para conmigo: ha sido todo un proceso en el que he ido encontrándose gozosamente con la llamada de Cristo.
Nací en Almería en el año 1987. Desde los cuatro años de edad hasta que finalicé el Bachillerato estudié en el Colegio La Salle de la capital. 
Gracias a mi familia (y especialmente a mi abuela) y a la formación que recibí en el Colegio, fui instruido desde pequeño en la fe, y fui creciendo en el conocimiento de las verdades sobrenaturales.
Sin embargo, durante todos esos años no llegué a plantearme con un mínimo detenimiento la posibilidad sacerdotal.
Terminada mi etapa escolar, comencé la carrera de Derecho en la Universidad de Almería.
Ciertamente, la materia me gustó desde el principio y los resultados eran buenos, pero nunca lograba aclarar mis ideas sobre la futura profesión a la que quería aspirar.
No fue hasta casi el final de mis estudios universitarios cuando empecé a plantearme la posibilidad de que el Señor hbuera previsto para mí un designio diferente al de ejercer una profesión jurídica.
Para mí fue decisivo el día en que un sacerdote a quien acababa de conocer, y que desde entonces ha sido mi director espiritual, me preguntó: "¿Te has planteado alguna vez la vocación al sacerdocio?"
La pregunta me resultó de lo más inesperada, pero no quise eludirla, pues desde el primer momento me pareció muy sugestiva. "¿Sacerdote, yo?"
A esta pregunta siguieron meses en los que pedía a Cristo que arrojara luz sobre mi entendimiento, para descubrir qué es lo que quería de mí.
La experiencia fue muy gozosa, pues, poco a poco iba sientiendo que, efectivamente, Dios me pedía más de lo que le había estado dando hasta entonces: me pedía más trato con Él, más sacrificio, más confianza filial y, a la postre, que entregara mi vida a su servicio.
Me había reservado para Sí, y me pedía, en consecuencia, que cambiara mi escala de valores y que redescubriera aquella interpelación evangélica tan terminante: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?" (Mt 16,26)
Verdaderamente, a través de mi experiencia personal, he advertido lo importante que es tener cerca a un sacerdote de confianza a quien acudir y cocn quien poder tratar de asuntos de índole espiritual; no solo para el progreso espiritual y moral de todo joven católico, sino también para la necesaria ayuda a la hora de discernir su vocación.
Finalmente, una vez terminada la carrera me decidí a dar el paso y solicitar la admisión al Seminario. Al volver la vista atrás, he reparado en que la llamada de Dios ya estaba latente en mí, de algún modo, desde mi infancia (aunque yo no llegara entonces a advertirlo).
Asimismo, me he dado cuenta de cómo el Señor ha ido disponiendo los diversos acontecimientos de mi vida, de modo admirable, para conducirme por este camino.
El esclarecimiento de esa llamada y la respuesta decidida y confiada en la divina voluntad, ha sido para mí una experiencia sumamente dichosa, por la que no ceso de dar gracias a Dios.
La perspectiva de ser un futuro sacerdote me produce ilusión y zozobra, alegría y vértigo, por la responsabilidad que comporta la grandeza de la misión del ministro de dios, para tan poca cosa como es una criatura humana.
Pese a todo, espero algún día poder servir a Cristo y a su Iglesia en este ministerio, con la ayuda de Dios y el apoyo de mis compañeros y superiores.
Javier  Ocaña Gámiz
Seminarista
De la Revista Seguimos Caminando nº 13 Marzo 2012 Pastoral Vocacional. Seminario Almería

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