lunes, 31 de enero de 2011

UN TESTIMONIO PERSONAL DE DAVINIA M. R.

UN  TESTIMONIO PERSONAL 
DE  DAVINIA  M. R.

Davinia, una muchacha que vive en Las Rosas, nos ha dejado un interesante testimonio que les invito a leer con cariño:

            Suso me invitó a escribir algo para ésta su página. Quizá me costó encontrar un tema concreto sobre el cuál escribir, pero desde el principio, en mi subconsciente estaba todo claro.
            Nunca he entendido con claridad por qué voy a misa ni por qué hice la Primera Comunión. Tampoco estoy segura de que exista algo más allá del ser humano, algo divino; ni me convencieron mucho a algunos sacerdotes, Los jóvenes estamos empezando a adentrarnos en un mundo que tanto tiempo habíamos estado ignorando. Estoy empezando a entender de alguna manera que creer en Dios es algo más que ir a misa, que rezar... e incluso, me atrevería a decir que es algo más que tener fe. Creer en Dios no es creer que exista alguien allá arriba en el cielo, donde siempre miramos para rogarle. Creer en Dios es ayudar a los demás cada día, ser mejor persona tanto emocional como profesionalmente, relacionarte con los demás seres de tu entorno, tener amigos y conservarlos, vivir en armonía con tu familia... Con todos estos actos creemos en Dios, le honramos, se puede decir que realizamos su voluntad.
            Aunque a veces, pensamos que no existe o que es un Dios traicionero. Eso sucede justo cuando fallece algún familiar o alguna persona muy cercana. La pregunta siempre es "¿Por qué?" Pero no tiene lógica preguntarle, ya que la respuesta la tenemos nosotros y está claro que él no va a dar respuesta alguna.
            Recientemente, falleció alguien muy importante para mí, mi profesora D. I. Cuando era pequeña pensaba:"Si algún día llegara a enfermar gravemente o se muriera, Dios no lo quiera, yo quiero estar ahí acompañando a sus hijas". "Los deseos son órdenes", dicen y así fue. Viví en carne propia ese fallecimiento tan doloroso. No culpé a Dios, pues sabía que estaba enferma, aunque sus hijas negaran que no gravemente. Quizá para evitarme dolor, quizá para evitar visitas inesperadas. Y lo comprendí. Me dolió no despedirme de ella, no verla una última vez, pero lo comprendí.
            Después de tres meses y diez días, cada vez tengo más claro que debo seguir adelante y ejercer lo que siempre he querido: Magisterio, como ella y sus hijas. Así conseguiré honrarla, que se sienta orgullosa de mí dondequiera que esté y sentirme segura de mí misma.
            Por todo esto y lo que tenga que recibir, le doy gracias a Dios. Porque de todo se aprende, de todo se conserva algo, desde el dolor más profundo hasta la alegría más inmensa.                                                                           Davinia M. R. / 20-01-11 / 19:00

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por participar.