DIARIO DE UN CURA
POESÍA
Cada noche, antes de dormir, necesito una oración y una
poesía. Y al amanecer igual. Si me falta la oración, los días se llenan de
trompicones. Falta paciencia y sobra desánimo. Y si no hay poesía, todo se materializa, sólo se
valora lo que se toca, lo que puede medirse en euros o en poder. Lo bueno es que la oración es también poesía.
Los cristianos tenemos la suerte de trabajar para un poeta llamado Dios. Por eso vivimos con sueños y utopías. Y se valoran los
sentimientos, la belleza, el amor, lo no
tangible. También es cierto que, como todos,
tenemos la tentación de quitar de nuestra vida los versos. Porque no son
“rentables”, porque no tienen valor en el mercado habitual. Como si
sólo hubiera que buscar resultados materiales. No es así. Necesitamos la
liturgia, el incienso, la música, la ternura, la sonrisa, la espiritualidad.
Todos los días necesitamos comer. Pero también todos los días necesitamos
alimentar nuestro espíritu. Raimundo es un mendigo que pide en las calles de
Brasil. Y a quien le da una limosna para
poder comer, él le regala unos versos
suyos, para que se alimente espiritualmente.
No sabemos quién es el que da más.
Los dos son necesarios.
Estamos en el mes de mayo. Y quiero que la primera
comunión de los niños sea lo que siempre debió ser. Alimento espiritual. Que
los jóvenes que se confirman descubran a través de todos los ritos que el Espíritu de Dios está en ellos. Que
sigamos amando y acudiendo a la Virgen
“con flores a maría que Madre nuestra es”. Hoy necesito celebrar la llegada de
mayo con una oración y unos versos. Que nunca nos falte.
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