Escribe Paco Mira
POCAS TITULACIONES
Me da la impresión que a veces tenemos que especificar el tipo
de reuniones a las que asistimos. Se lleva, porque afecta al bolsillo, el
asistir a una reunión de la comunidad de vecinos; se lleva el asistir a una
reunión en el colegio de los niños, quizás por dos razones: una porque son
nuestros hijos y dos porque fomenta ciertas relaciones sociales. Se lleva el
asistir a una reunión del club social, por dos cosas, también: una por cómo
llevan las cuentas y otra porque también fomenta relaciones sociales.
Pues fíjense que yo también asistí a
una reunión, pero eclesial, de mi parroquia y lo hago, entre otras cosas, por
compromiso y por compartir (las dos empiezan por "com") con los demás
aquello que apreciamos y sentimos juntos. Y en esa reunión se preguntaba que
nos había parecido, cómo valorábamos lo vivido en la semana santa. Cada uno fue
diciendo lo que le había parecido, pero alguien dijo: "Me pasé toda la semana santa llorando"
y empezó a llorar de nuevo.
Ustedes se preguntarán que qué nos
importa lo que alguien dijo. Y es que nuestras reuniones son de lo más
cotidiano, de lo más sencillo, de lo más de "andar por casa", de
lloros, de risas, de chistes, de ciertas amarguras - a veces -, de ilusiones
compartidas, de... infinidad de cosas. Este fin de semana, en el evangelio de Lucas (Lc 24, 35), Jesús
pregunta, "¿tienen algo para
comer?".: ¡qué forma más bonita y sutil de compartir con los demás un
rato del tiempo a través de la comida!.
Y es que nuestra fe se basa no en
espavientos, no en apariciones ruidosas y con voladores; nuestra fe no se basa
en grandes palabras dichas por boca de nadie. Nuestra fe se basa en un pizco de
pan que se parte y se reparte; Nuestra fe se basa en un sepulcro vacío y que
nadie fue a una escuela rabínica para decir "Señor
mío y Dios mío". Hoy, quizás los que nos piden explicaciones de
nuestras creencias, son los titulados que nos quieren ver en el fondo de los
arcones guardados en un rincón de un trastero. Hoy, quizás, los que nos piden
explicaciones de nuestra fe, no entienden que compartiendo y repartiendo lo que
tenemos y somos, estamos dando prueba inequívoca de la resurrección de una
Persona sobre la que se han vertido ríos y ríos de tinta teológica.
Es curioso como los amigos del
resucitado le conocieron y se les abrieron los ojos y el entendimiento cuando
se encontraron con él. Quizás a nosotros hoy en día nos falte ese encuentro
personal, el encuentro cara a cara. Por eso cuando aquella persona en la
reunión dijo que se había pasado toda la semana santa llorando, es que quizás
había encontrado al que los discípulos no vieron cuando fueron corriendo al
sepulcro.
Es verdad que a veces hemos presentado
un Jesús demasiado alejado de la realidad. Un Jesús demasiado en las nubes
alejado de los problemas y del día a día de los cristianos de a pie. Jesús
sigue corriendo los caminos polvorientos de la vida, de nuestra vida. Una vida
cargada de tristezas y amarguras; de saludes y también enfermedades, pero una
vida bella y hermosa que quizás nos permita como el salmista decir "haz
brillar sobre nosotros tu rostro".
A veces las titulaciones nos llevan a
ser fantoches de la vida; a utilizar un arma que pueda servir para herir a
otros: ¡Cuántos de nosotros decimos Yo conozco a Jesús!, pero después no
estamos con el triste, no estamos con el enfermo, con el encarcelado, con el
que pasa hambre, con el que está injustamente encerrado, etc...
Amigos, seamos sencillos. No presumamos
de lo que no tenemos, pero demos testimonio de lo que creemos.
Hasta la próxima.
Paco Mira
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