CARTA AL VIENTO
EL LIBRO QUE ESTOY LEYENDO
El concejal de cultura de
un municipio de Madrid fue entrevistado hace unos días con ocasión del Día del
Libro. El presentador del programa hizo la clásica pegunta: ¿Y usted qué libro
está leyendo ahora? Y sin apenas pausa,
como si ya tuviera la respuesta más que
preparada, citó una novela de un autor
inglés. El presentador sonrió y dijo:
- Si mal no recuerdo, el
año pasado me dijo usted que estaba leyendo ese mismo libro. Y el concejal, un
poco aturdido, pudo defenderse diciendo que era cierto, sí, porque es un libro
que le gusta tanto que ha vuelto a leerlo de nuevo.
Creo que en estos días son
muchos los que se preparan por si algún encuestador le hace la misma pregunta.
Para eso, lo más socorrido es aprenderse al menos el título de un libro. Lo
malo es que te lo vuelvan a preguntar al año siguiente y quedes en evidencia como el
concejal madrileño.
Hay que reconocer que en estos tiempos de
tantas redes sociales, aunque resulta más fácil y económico tener un libro a
mano, hace falta mucha voluntad para no caer en las redes de la comodidad y de lo
superficial que se nos brinda constantemente.
Pero como a algunos les gusta presumir
de intelectuales, optan por enseñar la portada del libro que nunca han leído ni
leerán.
En mi mesa, haciendo cola
para cumplir con su misión, tengo ahora varios libros que, ojalá, pueda
disfrutar en los próximos meses: El
regreso del Joven Príncipe, de Roemmers, para los que, como yo, son admiradores casi
fanáticos del Principito; Cuentos de La Alhambra, de W. Irving, un
clásico utilísimo para los que tenemos proyecto o ganas de viajar a Granada; Perfiles y Comentarios del P. Heraclio
Quintana, selección de José A. Luján Henríquez. Hay que leerlo. Los dos, artenarenses
acreditados. El Ingenio en los albores del siglo XIX, escrito por un cronista
muy documentado: Rafael Sánchez Valerón. Y un libro con apenas dos días de
vida, del admirado agüimense Antonio Lozano que, después de su exitoso Me llamo Suleimán, ha dado a luz
Un largo sueño en Tánger.
Y, como por la boca muere
el pez, también yo estuve a punto de caer en la trampa. Una alumna de Instituto que tenía que presentar ayer un
trabajo, me invitó para una entrevista.
Preguntó sobre mis gustos literarios y, claro, no faltó la pregunta: ¿Qué libro
tiene sobre la mesa de noche ahora mismo?
De entrada me vinieron a
la mente los títulos antes citados, pero
preferí decir la verdad. Y tímidamente, no sé por qué, le respondí: Sobre la
mesa de noche tengo la Biblia. Es mi libro de cabecera. Y ella, espontánea,
casi recriminándome, me espetó:
-Eso no vale. La biblia
usted debe sabérsela de memoria. Dígame otro.
Y yo, poniéndome en modo
profesor, empecé a darle una clase de religión: Sabes, amiga, que la Biblia no
es un libro sino una colección de pequeños libros. Con la ventaja de que
algunos de ellos pueden leerse a
trocitos una y mil veces. Aunque yo esté
leyendo el de Suleimán, cada día tomo alguna píldora del evangelio que me sirve
para cultivar el espíritu. Así, además del placer de leer, recibe uno el
medicamento apropiado para los tiempos de cansancio, euforia o desgana. Pero si tú quieres, pon que estoy leyendo el
de Antonio Lozano.
Y la chiquilla,
espabilada, volvió a dar muestras de su inteligencia:
-No, yo quiero ser
periodista y diré siempre la verdad cuando entreviste a alguien. Diré que usted
se pasa toda la vida leyendo un mismo libro, la Biblia, porque le ayuda y,
además lee otros que también son muy interesantes, como “Un largo sueño en
Tánger”. Y yo, para mis adentros, repetí lo de la adolescente, casi como una
promesa: ”Pasaré toda la vida leyendo la Biblia y también otros que pueden ser
interesantes”.
P. D. Hoy y mañana en La
Casita del Muelle de Arinaga, se ofrecen libros y plantas a beneficio de un
Centro Nutricional en Mozambique. Allí puede uno encontrar un libro con mucho sabor humano. Libros para leer
y mucho más. De repente, también estará
la Biblia…y otros libros que pueden ser
interesantes…
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