HOY ES JUEVES SANTO
Carta al viento
PERSEGUIR
A JESÚS
Mis vecinos tienen un
hijo de 5 años que se llama Hugo. Hace unos días los padres estaban preocupados
porque el chiquillo no paraba de decir que quería “perseguir a Jesús”. Primero
pensaron que se referiría a un tío suyo llamado Jesús. Después de muchas
preguntas inquietantes de los padres lograron comprender que lo que el niño
quería era “seguir” a Jesús en la procesión: Perseguirlo.
Me lo contaron y
desde entonces no me lo he quitado de la cabeza. Porque en realidad, lo que se
pretende con toda la Semana Santa y más en concreto el jueves santo, es “perseguir” a Jesús. No para adelantarlo,
sino para estar a su lado. Cuesta, cuesta bastante porque todos andamos metidos
en mil cosas y siempre tenemos la excusa perfecta para decir que no lo perseguimos porque tenemos el trabajo y
los niños, las actividades pastorales y preparar los tronos y comprar velas y
hacer la comida … y así no hay forma.
A mí este jueves santo me recuerda, más que la traición de Judas, las traiciones que a lo largo de la vida he
hecho y hacemos a Jesús y al amigo que
está en el Hospital y a los familiares de aquel que falleció y a aquel que
tanto ha hecho por mí. Porque muchas veces le he dicho a Jesús que cuente
conmigo. Para lo que sea. Y él me ha dicho que muy bien, que todo lo bueno que
él me ha hecho se lo haga a los demás. Y yo ya me quedo tranquilo. Nos quedamos
tranquilos. Me emociono viendo una película de la muerte de Jesús e incluso se
me escapa una lágrima cuando en el telediario ponen a una mujer deshauciada que
va a ir a dormir a la calle. Sin
embargo cuánto cuesta solidarizarse de verdad con la gente que nos queda más cerca:
con esas familias que llegan a Cáritas, con el amigo que lo está pasando mal. Y
busca uno siempre la disculpa adecuada para, encima, intentar quedar bien ante
los demás. Qué fácil puede resultar un
jueves santo estar una hora delante del
sagrario o ante una imagen de madera. Qué difícil resulta, sin embargo, pedir perdón a aquella persona con la que
estamos un poco distantes.
Jueves Santo. Día del Amor Fraterno. Jesús se pone a cenar
con los discípulos y allí sentados, en el pensamiento de Jesús, estamos también
nosotros. Jesús cenando con nosotros y llamándonos amigos, qué fuerte. Jesús
lavándome los pies. A mí. A mí y a ti.
Para decirnos ¡cómo te quiero! Y
yo, igual que S. Pedro, le digo que no. No, Jesús, a mí no. Yo tengo
los pies limpios. Y Jesús insiste para decirme que los amigos se demuestran
porque lavan los pies y se dejan lavar los pies. A no ser que yo no quiera ser
su amigo. Y me acuerdo que en el
Hospital lo pasaba muy mal cuando tenía
que dejarme lavar por otros y vestir y ayudarme en todo. Y oigo a Jesús que nos
dice: Tienes que dejarte ayudar… y tienes que ayudar. Ese es el misterio de la
amistad. Hay quien ayuda…y no se deja ayudar. Hay quien se deja ayudar, pero no
ayuda. Los que queremos seguir a Jesús
tenemos que estar en los dos lugares. Ayudados y ayudando. Y tenemos que saber
ayudar con gestos, de corazón. Todos no tenemos por qué pensar de la misma
forma. Pero sí tenemos que querernos. No todos necesitamos siempre que nos ayuden. Pero sí
que necesitamos siempre ayudar.
Eso nos enseñó Jesús.
Hugo, el niño de mis vecinos, lo dijo
claramente. Hay que perseguir a Jesús.
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