Este sábado murió Pedro Monzón Suárez, un amigo sacerdote que deja mucha huella entre nosotros los compañeros y en todos los lugares por donde ha pasado. Un hombre sencillo, entregado, paciente, trabajador. Entre las tareas pastorales que recuerdo de él están: Párroco en la Montaña y San Isidro (Gáldar), Párroco en San Bartolomé (Lanzarote), Formador del Seminario y responsable de Jóvenes en la Diócesis.
Pablo Prieto que este mismo sábado marchaba a Nicaragua como misionero escribió unas líneas recordándole y que ahora transcribo:
Hace un rato el servicio de mensajería de la Diócesis comunicaba el último y definitivo viaje hacia nuestro Papaíto bueno de los cielos, de nuestro amigo y hermano Pedro Monzón. Pedro. Nuestro don Pedro.
“¡Qué no me digas de usted, Pablo!”
“Vale, Pedrillo…”.
“Juuuurmmmm”, quedaría refunfuñando.
Siento que con él se muere mucho de nuestra querida familia diocesana y de su presbiterio entregado. Para mí es una de las grandes referencias, que mucho se cabrearía si lo dijera delante de él. Humilde hasta la médula, pero grande, Pedro, muy grande. Tengo la satisfacción de haberme ganado su reproche irónico diciéndoselo en un programa de Radio Gáldar al que él me llevó para que me entrevistaran cuando volví de Mozambique hace dos veranos.
Y, aunque la esperanza en el Jesús humano y encarnado en el que él nos formó en nuestro seminario, me asegura que su vida no ha desaparecido sino que se está transformando en más luz, no puedo contener las lágrimas al escribir que él marcó, no sólo nuestra generación de curas, sino toda una generación de jóvenes y animador@s de jóvenes que hoy ya no lo somos tanto, pero que si seguimos aquí es porque hubo hombres como él que nunca perdieron las referencias del evangelio y nos ayudaron a vivirlo así.
El cielo tendrá alguien más que toque el yobel de la fiesta y que cantará verdades en forma de punto cubano, pero a nosotr@s se nos ha ido un padre y un hermano, que nunca perdió el norte de la solidaridad y la comunidad, aunque volvamos a encontrarlo.
¡Padre, ayúdanos a ser buenos pastores como tu hijo Pedro Monzón!
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