jueves, 28 de junio de 2018


DIARIO DE UN CURA
UNA FAMILIA RUMANA

 La casa parroquial en donde vivo huele a frescura, a hogar.  Esta semana comparto  vivienda  con  una familia de rumanos: Un matrimonio, -Nely y Ion- y su hija  Alexia que ahora tiene 12 años. Están unos días  de paso y estoy encantado de  vivir con ellos.  En esto me parezco a bastantes familias que en estos días han estado compartiendo con niños y niñas venidos de otros países en intercambio escolar. Por ejemplo Liliana, una vecina,  me contaba, muy satisfecha,  que le tocó convivir con una chica alemana muy educada y amable y que sintió muchísimo  que se marchara.

         Lo mío no es un intercambio escolar, por supuesto, pero se parece. Conocí a Nely hace años en circunstancias muy distintas por esas casualidades que la vida nos ofrece y que uno se niega a llamarle  sólo casualidad. En aquella ocasión estaba únicamente  ella y se alojó en la parroquia de Tamaraceite. Y más tarde,   con otros amigos, -Maxi, Nancy e Isa-  estuvimos en su casa de  Rumanía y nos trataron inmejorablemente. Ahora, con su marido y con la niña y el cambio de situación, la visita es más agradable. Reímos mucho aunque  la comunicación es difícil por la diferencia de idiomas. A veces tenemos que andar buscando distintos  sinónimos para referirnos a una misma palabra.  O gesticular extrañamente. O  hablar como los indios de las películas usando sólo los infinitivos. Nos da risa pero hay comunicación y muchos muchos gestos de afecto y  de comprensión.

         Me gusta vivir en familia. Y me gusta disfrutar la riqueza de la variedad de idiomas, culturas, edades, gustos y formas de pensar. A veces pienso que los curas tendríamos que vivir habitualmente en familia. Con la propia, o con otra. Y me resulta curioso que la Iglesia, probablemente la institución que  más hincapié hace en la defensa de la  Familia, tenga a la mayoría de sus representantes viviendo sin ella.  Estoy contento de estos pocos días de convivencia familiar. Un aire nuevo ha entrado en esta casa parroquial de la mano de una niña, Alexia, y de dos buenos amigos, Ion y Nely que seguramente Dios quiso poner en mi camino. Una bonita familia rumana.


ALGUNAS FOTOS: 


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