viernes, 20 de abril de 2018

BENDITOS MAESTROS



DIARIO DE UN CURA

BENDITOS MAESTROS

Si yo no hubiera sido cura, probablemente habría elegido ser el cartero del pueblo. O a lo mejor, carpintero. No, periodista. O no: maestro. El viernes estuve en el colegio Beñesmén. Los profesores siempre me invitan  a visitarles, lo cual agradezco mucho, aunque sólo voy unas cuantas veces en el curso. El viernes estaban todos los niños en el patio porque acogían la Antorcha de la Concordia y el juego limpio. Niños y niñas portaban banderas y realizaron diferentes actividades lúdicas y deportivas. Un espectáculo precioso. En silencio se escucharon  palabras hermosas que varios niños recitaron: “Tarjeta roja al enfado,/ a la ira, a la violencia /al mal humor, a la furia,/ también a la impertinencia./   Tarjeta roja a la ofensa/ al enojo y al mal gusto, /al que pone zancadillas, al que siempre está disgusto”.

Mientras gozaba del espectáculo, intenté observar, además, a cada uno de los profesores que allí estaban. Me admiró verlos disfrutando de lo que hacían los alumnos, sonrientes, con total tranquilidad. Y eso que tenían delante a unos quinientos niños y niñas, a un grupo de familiares y  las cámaras de televisión.  Me resultó curioso. No vi nervios ni enfados sino todo lo contrario. La chiquillería podía disfrutar y disfrutaba. Mucha armonía. Un pequeñajo abandona su lugar  para preguntar algo a  la profesora   y recibe una sonrisa de respuesta. Una niña pregunta al maestro si puede ir al baño. Ninguna mala respuesta, ningún mal gesto. Me acordé de la canción que estos días cantan los niños en la misa: “En la Pascua del Señor, no hay caras largas”. En este colegio tampoco las hay.

Y yo me vine feliz a la Parroquia por encontrar tan buenos maestros  como estos a los que he estado observando a distancia. Seguro que muchos niños soñarán con ser profesores como ellos. Seguro que todos estarán aprendiendo, además de las materias obligatorias de cada curso, lo que  cada profe les está transmitiendo con su ejemplo. Y  recordé que, cuando yo era niño, quería ser carpintero como mi tío Máximo, o cartero para repartir alegrías por las casas. O periodista,  porque me gustaban las aventuras. O maestro como D. José. O cura. Este día se me ha despertado otra vez la vocación de maestro. Como los del colegio que visité.

Bendita vocación. Benditos maestros.  


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