EL RESPETO ES UNA
FORMA DE AUTORIDAD
FORMA DE AUTORIDAD
En
los pueblos había un "tridente"
que era temido por los más ancianos
del lugar. La autoridad la tenían el médico, el cura y el maestro: la medicina,
la moral y la enseñanza. Si nos paramos a pensar casi son los pilares sobre los
que se sustenta la existencia de la vida humana. Pero claro el que estos tres
estamentos fuesen considerados como la máxima autoridad en cualquiera de los
pueblos de nuestra geografía se llegó a convertir no en una autoridad, sino en
un autoritarismo que a veces se extralimitaba en sus funciones.
Con
el paso del tiempo, esa autoridad se fue perdiendo para pena de muchos, puesto
que las formas y las maneras no eran las adecuadas para enseñar a nuestros
infantes. Se pasó al coleguismo, a la amistad mal entendida y que algunos
probablemente achaquen hasta falta de respeto que también se da en la medicina,
en la Iglesia y en los colegios e institutos... y justamente aquello que hemos
perdido, probablemente ahora lo queramos restituir como mejor forma de
enseñanza para las generaciones que nos siguen, cambiando quizás la metodología
e incluso la pedagogía a utilizar.
Este
fin de semana, el evangelio nos habla de que Jesús nos habla con autoridad, una
autoridad que por su apariencia no le da cierta credibilidad: "¿no es este el hijo del carpintero?".
Los más cercanos no tienen claro que él pueda hablar de la manera que lo hace.
Pero a pesar de esta oposición y rechazo, Jesús no renuncia a ejercer su
autoridad porque tiene claro que su misión es anunciar el evangelio y el
mensaje de salvación que contiene.
Es
curioso que este fin de semana se celebra la jornada de la infancia misionera.
Siempre he dicho y lo mantengo que cuando celebramos una jornada es porque hay
algo que no funciona. Todos seguimos bautizando a los más pequeños. Todos
queremos que los más pequeños, una vez que han crecido un poco, hagan la
pequeña comunión. Ahí paramos el proceso (confirmación ya nada, probablemente
no tenemos conciencia de hacer cosas mal y no necesitamos el perdón de un Padre
porque somos autosuficientes) y esperamos a que los más pequeños tomen
decisiones por su cuenta.
Sin
embargo no enseñamos a nuestros hijos a ser anunciadores de un gran tesoro que
escondido en nuestra fragilidad (vasijas de barro), tiene que dar mucho que
decir y hablar. No enseñamos a nuestros hijos a ser misioneros y probablemente
nosotros que decimos que creemos en Jesús de Nazaret estamos convencidos que el
mensaje de salvación hay que anunciarlo.
Me
da la impresión que estamos viviendo una época en que lo religioso no tiene
cabida en una sociedad super sofisticada tecnológicamente pero poco dada a la
reflexión y al diálogo. Nuestros hijos no sabrán infinidad de cosas básicas de
convivencia, pero sí de juegos - llámese play 4 - de móviles, de
ordenadores.... pero quizás lo que se llama respeto, ayuda, silencio,
escucha... ni en casa, ni en la escuela, ni en la Iglesia....¿Dónde está
nuestra misión?.
Creo
que aquí esta la clave de nuestra autoridad. La misma que la proclamación de la
buena noticia le dio a Jesús y la misma que nos da a nosotros en el 2018 la
creencia en la misma noticia. Debemos mantener nuestro respeto; debemos
mantener nuestra escucha a los signos de los tiempos que nos marcan los
lugares, tiempos y formas de evangelizar.
Nuestros
hijos pueden y deben ser misioneros si nosotros estamos convencidos que ser
misionero merece la pena. Nuestro cristianismo no debe claudicar ante los
avatares de la sociedad en la que vivimos; nuestro cristianismo no debe agachar
la cabeza ante una sociedad que dice que no tiene cabida para un tal Jesús de
Nazaret aunque muchos sigan cumpliendo con cierta fidelidad con compromisos
religiosos que han convertido en sociales más que de testimonio.
¡
Qué grande es la autoridad, cuando respeta y se deja respetar!. Es la autoridad
que Pilato tuvo que reconocer que venía de lo alto. Debemos, como cristianos,
de ganarnos el respeto de la sociedad en la que vivimos para que no sea
rechazado y sobre todo porque nuestro testimonio convence a los que nos ven, nos
oyen y probablemente nos quieran imitar.
Podríamos
intentarlo.
Hasta
la próxima.
Paco
Mira
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