viernes, 24 de noviembre de 2017

Escribe Paco Mira:


¿QUÉ ES UN REY PARA TI?

            La casa real española, en colaboración con el ministerio de educación y en un momento determinado del año, hace un concurso, a nivel nacional, en colegios, para que los niños expresen algo tan ingenuo, pero al mismo tiempo complicado como "¿Qué es un rey para ti?". Las respuestas tienen como premio ir al palacio de la Zarzuela y de la mano del mismísimo rey, D. Felipe VI, se le entrega un presente al chiquillo para regocijo de los padres que se gastan una fortuna en trajes para que sus hijos salgan lo más guapos posibles, porque por un día serán famosos y además quedarán para los anales de la historia.

         Por otra parte, ese mismo rey que entrega el premio, nos dará un discurso de Navidad en la que hará un repaso por los avatares nacionales que a lo largo del año hemos vivido. Avatares que en alguno de los casos pueden ser muy buenos, pero que siempre habrá una chinita en el zapato que estropee los buenos augurios.

         Bueno y si en el plano cristiano nos preguntaran a nosotros, a los que vamos a misa todos los domingos, a los que trabajamos en alguno de los grupos de la parroquia, a los que colaboramos con alguna ONG, nos preguntaran "¿qué es un rey para ti", ¿cuál sería nuestra respuesta?. ¿Qué tipo de rey se presenta ante Pilato?. Probablemente un rey ensangrentado, azotado, con fiebre, diarreas, casi que no se mantiene en pie, desnudo.... ¡que diferencia con el rey que vemos en la televisión con su camisa inmaculada, su corbata a juego con el traje, con un peinado de peluquería.....

         Es curioso que probablemente al rey del siglo XXI le ayuden a escribir el discurso, porque probablemente no podrá decir más de lo que tiene que decir por aquello del protocolo y además no sea que vaya a herir a alguien. Nuestro rey cristiano, en su discurso, se acuerda de los que tienen hambre, de los que pasan sed, de los inmigrantes, de los que están encarcelados, de los que no tienen derecho a una sanidad justa o a una vivienda digna, de los que acuden a los comedores sociales y de los que no tienen la posibilidad de cambiarse de ropa con frecuencia..

         Nuestro rey cristiano es el que cumple a rajatabla las palabras de Francisco el de Asís "... y si es necesario, díganlo también con palabras", por ello cuando tiene el diálogo con Pilatos y éste quiere sacar algo en limpio, su respuesta es casi siempre la misma: el silencio. ¡cuánto tenemos que aprender de discursos y de reyes!, ¡cuánto tenemos que aprender de abrazar, de sonreír, de llorar con el que llora, de pasar la mano por el hombre y con un silencio significativo caminar al lado del que lo necesita.....

         Me vuelvo a preguntar, ¿qué es un rey para mí, para ti?. Se nos acaba el año, el año litúrgico y probablemente habría que tomar las uvas, por eso el rey, el que decimos que es nuestro, nos muestra su discurso (Mateo 25,31), y en esas uvas habrá que pedir - para no perder la tradición - no uno, más de un deseo, ¿cuál será el nuestro?.
        
        El reino de Jesús, de nuestro rey, es un Reino de Vida, por lo tanto no tiene cabida la muerte, el tráfico de armas, las guerras, el narcotráfico, la violencia de género o machista. Es un Reino de Justicia, una palabra que nos llena la boca, pero que probablemente no todos sabemos pronunciar en su justa medida. Una justicia que implica la obligación de repartir las riquezas equitativamente sin distinciones entre el norte y el sur: los países ricos no han de ser depredadores de los países pobres. También es un reino de Verdad, que hace transparente los corazones de los hombres y en el que no hay - por tanto - lugar a la manipulación de la verdad.

         Me gusta vivir en ese, en este Reino. Al acabar el año litúrgico también es el día de las familias, esa comunidad de vida y de amor, donde se cuece lo bueno del futuro con la esperanza de un adviento ya en las puertas de la vida de cada uno. Apuntémonos a lo complicado del reino, sin alfombras rojas ni guardaespaldas, sin coches blindados, pero con la sinceridad de un corazón puro y limpio.

         Hasta la próxima.         
    
         Paco Mira



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